El Acompañamiento Terapéutico
surge en el marco de un momento creativo en Argentina en la que los
planteamientos grupales, psicoanalíticos y comunitarios se sostenían como un
dique ante las fuerzas represoras del pensamiento encarnadas en los sucesos
acontecidos antes, durante y después del Golpe de Estado del 76.
Esta reacción contenida a lo
íntimo y perseguida, es la que le da un tono heroico a la mitología al origen,
ya que no fueron pocos los pensadores de esa época los que tuvieron que emigrar
y transformarse. Es en el marco de la democracia conseguida que puede
escribirse el primer libro de acompañamiento terapéutico al que le suceden
otros, acompañados de sendos congresos inaugurales de la disciplina en lo
público.
Perdíanse en los ditirambos de su
destino, la fuerza de los grupalistas que pasaron a ser ciudadanos de otras
latitudes. El acompañamiento terapéutico crece así de la mano de una madre
suficientemente buena, llamado psicoanálisis y de un padre emigrado y ausente.
No en vano, el acompañamiento
viene nada menos que a superar la famosa disyuntiva escolástica del
psicoanálisis vs el conductismo. Mientras la teorización psicoanalítica se
aleja de la conducta y la conducta se aleja de la mente, otros como Pichón
Riviere enseñaban que el vínculo tenia parte de ambas caras, ya que la moneda
era una sola. Un inconsciente compuesto de relaciones en acción y una acción
sujeta a sus relaciones venía a terminar con dualismos, mentalismos y conductismos.
El acompañamiento es una
conducta, una acción sujeta a las vicisitudes del vínculo, un vínculo en parte
interno compuesto de matrices de relacionales, una acción tan subjetiva como
política.
Salir de la consulta con el
paciente es un acto político, tomar un café con él y compartir la realidad de
los sanos es un acto político. Ética y política se dan la mano paso a paso
rompiendo conservas culturales y llevando una apuesta que surge de la
transgresión con intenciones de institucionalización. Lleva en sí las
dificultades que la constituyen, desapropiación de la técnica por parte de las
profesiones clásicas, cuestionamiento de las referencias teóricas de las que es tributaria o dicho de otra forma: ¿a quién
pertenece el acompañamiento terapéutico?
Por coordenadas similares pasó o
pasa la psicología, cuya paternidad se la atribuyen la filosofía y la res
extensa científica, sin prueba de adn posible, que pueda resolver el entuerto.
¿Es verdaderamente cierto decir
que el acompañamiento terapéutico es la rama de la psicología que se encarga
del trabajo fuera de la consulta? Ciertamente es cuestionable esta perspectiva,
por otra parte el acompañante terapéutico ¿qué es, sino un terapeuta en la
calle? (o como dice Leonel Dozza un terapeuta que parece una persona), ¿no
tiene derecho a llamarse terapeuta? ¡si lo lleva impreso en un propio apellido!.
"Un acompañante terapéutico no es un terapeuta"
El acompañante terapéutico es un terapeuta
que parece una persona, en la calle. Al psicólogo la conducta, al psicoanalista
la palabra, al acompañante terapéutico la acción. El acompañamiento terapéutico
es movimiento, es acción en relación.
Mucho tenemos todavía para hablar
de esta cualidad que nos define, mucho tomaremos prestado de nuestros
referentes para completar las lagunas de nuestro discurso, solo no comentamos el error de confundir la
laguna con el océano.
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