Parte 5
Adquirir competencias para una vida más autónoma, desarrollar
intereses que le permitan llevar una vida activa, salir del aislamiento
relacional y ocuparse de las relaciones amistosas y afectivas serían brevemente
los objetivos de la intervención rehabilitadora. Los pacientes tendrán que
asumir progresivamente su paso por las experiencias grupales como
una ocasión para el autoconocimiento y preparación para el afuera. Como dice
Ferrara la realización de dichas tareas es lo que permitirá pasar del “lugar de
unos pocos al lugar de todos”.
Se observa con frecuencia situaciones en las que se produce una
complicidad de resistencias de profesionales y pacientes en relación a la
tarea.
El rechazo de lo terapéutico en los espacios de taller. Este ha
adquirido dos formas: una aquellos grupos de actividad que son pensados por los
profesionales solamente en términos de entretenimiento donde lo que se trataría
es de mantener en los pacientes en el dispositivo alegando que la actividad
terapéutica se realizaría en espacios y por profesionales específicos
(psicoterapia individual, psicoterapia de grupo). Otra forma de
negar lo terapéutico se da en los espacios ocupacionales cuando se prioriza la
productividad sobre la tarea terapéutico-rehabilitadora. Los profesionales
encargados anteponen en su labor profesional conseguir el crecimiento como
dispositivo productivo sobre la reflexión sobre la asistencia/rehabilitación de
los pacientes. Estar en condiciones de producir más y mejor, puede
permitir el crecimiento y desarrollo del rol ocupacional, y es tanto
más importante en cuanto hay otro real que valoriza la actividad que se
realiza, pero esto no ha de hacer olvidar el carácter prioritario terapéutico
de las intervenciones.
En ambas situaciones se da una fuga de la tarea terapéutico-rehabilitadora
para evitar el dolor de las dificultades que el trabajo de
recuperación de los pacientes graves conlleva. Señala H. Chaignau, respecto al
tratamiento institucional: "Más modernas son las nociones según las cuales
un enfermo psicótico, en particular un esquizofrénico, instituye donde
está, un modo relacional que tiende a reproducir el sistema
familiar". Se daría un proceso de escotomización de las dificultades y los
conflictos “ojos que no ven, corazón que no siente”. Parecería que grupo
ideal para los profesionales es un “grupo sin conflictos”, cuando es
precisamente la reactualización de los conflictos en un clima más favorable lo
que posibilita acoger las partes psicóticas para reconducirlas a un sentido y
patrimonio común. Esta función del grupo como escenario lleva implícita la
cuestión del afuera y el proyecto.
En algunos casos, dichos espacios adquieren una autonomía propia escindidos
del conjunto de intervenciones terapéuticas. Se da una pérdida de pertenencia
por parte de los profesionales respecto al proyecto terapéutico conjunto. ¿
Hasta que punto es la relación continuada con el psicótico ( Racamier y el
sentimiento de vanificación) lo que potencia dichas actitudes en los
profesionales encargados?.
Otro modo de resistencia al que ya hicimos referencia en un trabajo
conjunto con Leonel Dozza consiste en el psicoterapismo, o el considerar que
las intervenciones grupales en los espacios ocupacionales, de la vida cotidiana
solo tendrían como objetivo el sostener la auténtica actividad terapéutica que
se daría en la psicoterapia dual. Este consistiría en considerar que la labor
del dispositivo es una labor estrictamente psicoterapéutica y en este sentido
se entra en alianza con los planteamientos enunciados en relación con los
talleres y por otro no se toma en consideración realmente las necesidades, el
estado de regresión y las capacidades de los pacientes, lo cual
tiene como consecuencia reintroducir en el campo asistencial la dicotomía entre
curables e incurables.
Vemos ahora algunas de las resistencias
complementarias que encontramos en los pacientes:
Resistencias de aceptación pasiva (Racamier plantea que posición natural
del psicótico es una postura antiálgica: "Lo espontáneo en la locura es la
evitación del esfuerzo”).
En estas podríamos hacer una distinción según el grado de regresión del
paciente.
En algunos casos muy graves lo que se da es una sobreadaptación masiva a la
estructura, dando lugar a conductas robóticas, incluso a veces cumpliendo
excelentemente con las distintas tareas instrumentales que se proponen
(Searles: pacientes poco diferenciados).
En otros podemos vislumbrar pacientes de “los que parecen sanos” que
atraviesan el periodo de rehabilitación cumpliendo perfectamente, sin hacer
ruido, yendo a la suya y sin ningún conflicto, que solo después de mucho tiempo
de programa podemos darnos cuenta de que nada se ha modificado. La
participación en la distintos espacios del dispositivo se considera como una
obligación (a modo de un segundo servicio militar, “qué poco me queda”), con un
carácter escolar como un curso de Aprendizaje Laboral o como un conjunto de
intervenciones fragmentadas. Van aparejadas con la necesidad de negar la
enfermedad y las dificultades, o la amplitud de las dificultades. Parafraseando
a Pichon no pasa de ser un hincha bien educado que nunca baja a jugar al campo.
Se da la inoperancia absoluta, su paso por el dispositivo forma parte de su
errancia.
Dichas resistencias en relación con la tarea van acompañadas de lo que
podríamos llamar resistencias a la grupalidad, en los distintos espacios se
comportan después de meses como personas desconocidas en una sala de espera, se
observan con disimulo, sintiéndose protegidos en el anonimato. Tienen poca
conciencia de la experiencia de aprendizaje que deriva de estar realizando una
tarea conjuntamente.
De ahí la importancia de la existencia de proceso de reflexión sobre el
acontecer y los vínculos en el grupo, que puedan vislumbrar que las
dificultades para integrarse es un problema que tienen en común, que puedan
empezar a preguntarse sobre el por qué o no se puede trabajar en grupo, de qué
es lo que se necesita para poder trabajar, a veces cosas básicas como respeto,
seriedad, silencio..
.
El tratamiento como enemigo: Resistencias por oposición y rechazo. Pueden
presentarse también al inicio sobre todo en aquellos pacientes más dominados
por ansiedades paranoides o con un tipo de personalidad explosiva en la
terminología de Arieti.
Generalmente muy vinculadas a una resistencia general al tratamiento con
poca capacidad introspectiva, graves dificultades para la conciencia
de enfermedad y para el autoconocimiento en general.
Dichas resistencias se manifiestan de diversas formas a lo largo del
proceso: cuestionamiento de la terapia farmacológica, comunicación de
sensaciones de aburrimiento durante el desarrollo del programa, intentos de
abandono del programa, demanda de tareas que sobrepasarían sus
capacidades actuales, desvalorización de los espacios y las
actividades instrumentales y demanda de dedicarse a actividades intelectuales y
más dignas, reagudizaciones en concomitancia de los progresos (inserción en
diversos grupos, a la atribución de una tarea más compleja en el grupo o bien
al inicio de una experiencia de inserción social y laboral). Dichas
resistencias han de ser leídas, por paradójico que parezca, como reacciones a
la amenaza de ruptura de la relación simbiótica.
Algunas intervenciones posibles:
La contención de dichas situaciones evitando las contraactuaciones
reencuadrando cuantas veces sea necesario con el paciente y la familia los
objetivos a conseguir.
Análisis de los miedos que subyacen a las situaciones concretas por las que
están pasando en su recorrido evolutivo y devolviéndolo en forma de
señalamientos en tanto el paciente esté en condiciones de poderlo
escuchar y utilizar.
En relación con los cuestionamientos y las críticas concretas es
importante valorar también si no responden a un criterio
de realidad y debemos realizar transformaciones en los espacios y actividades.
Buscar alianzas con los familiares para clarificar la necesidad de
tratamiento.
No vincular los objetivos a conseguir con la presencia o participación en
el dispositivo institucional. Adoptar temporalmente un perfil bajo de
intervenciones de modo que no se rompa el vínculo, es una experiencia
compartida con los profesionales que trabajan con pacientes graves que la
perspectiva de trabajo es de larga duración, de modo que si no ha habido
errores graves en el tratamiento, en el trato del psicótico, puede haber
abandonos, interrupciones pero también hay muchas reanudaciones del vinculo
terapéutico.
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