viernes, 23 de agosto de 2013

Apuntes VIII: Parte 5. Antonio Tarí: Notas sobre el trabajo grupal en los dispositivos de rehabilitación. Antonio Tarí

Parte 5

Adquirir competencias para una vida más autónoma,  desarrollar intereses que le permitan llevar una vida activa, salir del aislamiento relacional y ocuparse de las relaciones amistosas y afectivas serían brevemente los objetivos de la intervención rehabilitadora. Los pacientes tendrán que asumir progresivamente su paso por las  experiencias grupales como una ocasión para el autoconocimiento y preparación para el afuera. Como dice Ferrara la realización de dichas tareas es lo que permitirá pasar del “lugar de unos pocos al lugar de todos”.

Se observa con frecuencia situaciones en las que  se produce una complicidad de resistencias de profesionales y pacientes en relación a la tarea.

 El rechazo de lo terapéutico en los espacios de taller. Este ha adquirido dos formas: una aquellos grupos de actividad que son pensados por los profesionales solamente en términos de entretenimiento donde lo que se trataría es de mantener en los pacientes en el dispositivo alegando que la actividad terapéutica se realizaría en espacios y  por profesionales específicos (psicoterapia individual,  psicoterapia de grupo). Otra forma de negar lo terapéutico se da en los espacios ocupacionales cuando se prioriza la productividad sobre la tarea terapéutico-rehabilitadora. Los profesionales encargados anteponen en su labor profesional conseguir el crecimiento como dispositivo productivo sobre la reflexión sobre la asistencia/rehabilitación de los pacientes. Estar en condiciones de producir  más y mejor, puede permitir el  crecimiento y desarrollo del rol ocupacional, y es tanto más importante en cuanto hay otro real que valoriza la actividad que se realiza, pero esto no ha de hacer olvidar el carácter prioritario terapéutico de las intervenciones.

En ambas situaciones se da una fuga de la tarea terapéutico-rehabilitadora para evitar el dolor de las dificultades que el trabajo  de recuperación de los pacientes graves conlleva. Señala H. Chaignau, respecto al tratamiento institucional: "Más modernas son las nociones según las cuales un enfermo psicótico, en particular un esquizofrénico, instituye donde está,  un modo relacional que tiende a reproducir el sistema familiar". Se daría un proceso de escotomización de las dificultades y los conflictos “ojos que no ven, corazón que no siente”. Parecería que  grupo ideal para los profesionales es un “grupo sin conflictos”, cuando es precisamente la reactualización de los conflictos en un clima más favorable lo que posibilita acoger las partes psicóticas para reconducirlas a un sentido y patrimonio común. Esta función del grupo como escenario lleva implícita la cuestión del afuera y el proyecto.

En algunos casos, dichos espacios adquieren una autonomía propia escindidos del conjunto de intervenciones terapéuticas. Se da una pérdida de pertenencia por parte de los profesionales respecto al proyecto terapéutico conjunto. ¿ Hasta que punto es la relación continuada con el psicótico ( Racamier y el sentimiento de vanificación) lo que potencia dichas actitudes en los profesionales encargados?.

Otro modo de resistencia al que ya hicimos referencia en un trabajo conjunto con Leonel Dozza consiste en el psicoterapismo, o el considerar que las intervenciones grupales en los espacios ocupacionales, de la vida cotidiana solo tendrían como objetivo el sostener la auténtica actividad terapéutica que se daría en la psicoterapia dual. Este consistiría en considerar que la labor del dispositivo es una labor estrictamente psicoterapéutica y en este sentido se entra en alianza con los planteamientos enunciados en relación con los talleres y por otro no se toma en consideración realmente las necesidades, el estado de regresión  y las capacidades de los pacientes, lo cual tiene como consecuencia reintroducir en el campo asistencial la dicotomía entre curables e incurables.

Vemos ahora algunas de las resistencias complementarias que encontramos en los pacientes:

Resistencias de aceptación pasiva (Racamier plantea que posición natural del psicótico es una postura antiálgica: "Lo espontáneo en la locura es la evitación del esfuerzo”).

En estas podríamos hacer una distinción según el grado de regresión del paciente.

En algunos casos muy graves lo que se da es una sobreadaptación masiva a la estructura, dando lugar a conductas robóticas, incluso a veces cumpliendo excelentemente con las distintas tareas instrumentales que se proponen (Searles: pacientes poco diferenciados).

En otros podemos vislumbrar pacientes de “los que parecen sanos” que atraviesan el periodo de rehabilitación cumpliendo perfectamente, sin hacer ruido, yendo a la suya y sin ningún conflicto, que solo después de mucho tiempo de programa podemos darnos cuenta de que nada se ha modificado. La participación en la distintos espacios del dispositivo se considera como una obligación (a modo de un segundo servicio militar, “qué poco me queda”), con un carácter escolar como un curso de Aprendizaje Laboral o como un conjunto de intervenciones fragmentadas. Van aparejadas con la necesidad de negar la enfermedad y las dificultades, o la amplitud de las dificultades.   Parafraseando a Pichon no pasa de ser un hincha bien educado que nunca baja a jugar al campo. Se da la inoperancia absoluta, su paso por el dispositivo forma parte de su errancia.

Dichas resistencias en relación con la tarea van acompañadas de lo que podríamos llamar resistencias a la grupalidad, en los distintos espacios se comportan después de meses como personas desconocidas en una sala de espera, se observan con disimulo, sintiéndose protegidos en el anonimato. Tienen poca conciencia de la experiencia de aprendizaje que deriva de estar realizando una tarea conjuntamente.

De ahí la importancia de la existencia de proceso de reflexión sobre el acontecer y los vínculos en el grupo, que puedan vislumbrar que las dificultades para integrarse es un problema que tienen en común, que  puedan empezar a preguntarse sobre el por qué o no se puede trabajar en grupo, de qué es lo que se necesita para poder trabajar, a veces cosas básicas como respeto, seriedad, silencio..
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El tratamiento como enemigo: Resistencias por oposición y rechazo. Pueden presentarse también al inicio sobre todo en aquellos pacientes más dominados por ansiedades paranoides o con un tipo de personalidad explosiva en la terminología de Arieti.

Generalmente muy vinculadas a una resistencia general al tratamiento con poca capacidad introspectiva,  graves dificultades para la conciencia de enfermedad y para el autoconocimiento en general.

Dichas resistencias se manifiestan de diversas formas a lo largo del proceso: cuestionamiento de la terapia farmacológica, comunicación de sensaciones de aburrimiento durante el desarrollo del programa, intentos de abandono  del programa, demanda de tareas que sobrepasarían sus capacidades actuales, desvalorización  de los espacios y las actividades instrumentales y demanda de dedicarse a actividades intelectuales y más dignas, reagudizaciones en concomitancia de los progresos (inserción en diversos grupos, a la atribución de una tarea más compleja en el grupo o bien al inicio de una experiencia de inserción social y laboral). Dichas resistencias han de ser leídas, por paradójico que parezca, como reacciones a la amenaza de ruptura de la relación simbiótica.

Algunas intervenciones posibles:

La contención de dichas situaciones evitando las contraactuaciones reencuadrando cuantas veces sea necesario con el paciente y la familia los objetivos a conseguir.

Análisis de los miedos que subyacen a las situaciones concretas por las que están pasando en su recorrido evolutivo y devolviéndolo en forma de señalamientos en tanto el paciente esté en condiciones de poderlo escuchar  y utilizar.

En relación con los cuestionamientos y las críticas concretas es importante  valorar también si  no responden a un criterio de realidad y debemos realizar transformaciones en los espacios y actividades.
Buscar alianzas con los familiares para clarificar la necesidad de tratamiento.


No vincular los objetivos a conseguir con la presencia o participación en el dispositivo institucional. Adoptar temporalmente un perfil bajo de intervenciones de modo que no se rompa el vínculo, es una experiencia compartida con los profesionales que trabajan con pacientes graves que la perspectiva de trabajo es de larga duración, de modo que si no ha habido errores graves en el tratamiento, en el trato del psicótico, puede haber abandonos, interrupciones pero también hay muchas reanudaciones del vinculo terapéutico.

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