Entendemos
la función de yo auxiliar psicodramático de una forma mucho más amplia y
potencialmente enriquecedora, que la mera suplencia del yo del paciente por parte del yo del acompañante, quien
presta su yo para suplir un deficit estructural en el acompañado, dando lugar a una función histórica del at, "prestar el yo", tan citada (Goyeneche
y Pizzini, 2011; Schneroff y Edelstein,
2004; Pulice y Rossi, 1997), como criticada (Pulice, 2011, Rossi, 2011; Chévez,
2012) por su cariz asistencialista y medicalista.
El
yo auxiliar psicodramático no está al servicio de la necesidad o el déficit, sino de la
creatividad y la espontaneidad, y aquí radica su principal diferencia. Opera
cuando el acompañante se ve compelido a formar parte del mundo interno del
acompañado, participando de sus construcciones delirantes, recogiendo el
mandato de sus voces, o circulando con él en su mundo alternativo, siempre en
situaciones concretas, frecuentemente en el domicilio o la calle.
La
tarea del yo auxiliar es, con su actuación, posibilitar y sostener (holding) la
construcción de un espacio transicional entre la escena interna y la escena
externa del paciente, que se está desarrollando en el acompañamiento en un
momento y en un lugar determinado, de
aquí radica su eficacia clínica cuando interviene en la calle o en el
domicilio, y explica porque el acompañamiento requiere de poner el cuerpo en
una dimensión tanto física como plástica.
Su
campo de acción es la escena, esta transcurre en un lugar y un momento
determinado, junto al paciente, otros personajes que puedan estar por allí, un
escenario de fondo y objetos que pueden manipularse y adquirir diferente valor
en la escena. A esta configuración la llamo escena terapéutica, que en lenguaje
psicodramático refiere a la presencia de un protagonista, un yo auxiliar,
público, personajes secundarios, escenografía y objetos intermediarios que
pueblan la escena en un momento puntual de la interacción.
El
acompañante terapéutico, en tanto, yo auxiliar mantiene la fluidez de la
escena, interviene sin interrumpir, acepta el rol que le es atribuido, pero lo
ejecuta de forma singular, según su espontaneidad trabajada, aportando una
diferencia, y la posibilidad de que el paciente tenga una vivencia
transformadora, al modo de las experiencias correctivas que proponía Vicente
Alexandre.
Bibliografía
- Pulice G. y Rossi G. (1997). Acompañamiento
Terapéutico. Buenos Aires: Polemos
- Pulice, G. (2011). Fundamentos Clínicos del
Acompañamiento Terapéutico. Buenos Aires: Letra
Viva.
- Rossi G. (2011). Acompañamiento Terapéutico.
Lo cotidiano, las redes y sus interlocutores. Buenos Aires: Ed. Polemos.
- Goyeneche R. y Piccini M. (2011). El arte de
Acompañar. Buenos Aires: Letra Viva.
- Schneeroff, S. y Edelstein, S. (2004). Manual
Didáctico sobre Acompañamiento Terapéutico. Buenos Aires: Editorial Akadia.
- Kuras, S. y Resnizky, S (1985). Acompañantes
Terapéuticos y Pacientes Psicóticos. Buenos Aires: Editorial Trieb.
- Moreno J.L. (1977). El teatro de la
espontaneidad. Editorial Vancu: Buenos Aires.
- Moreno J.L. (1993). Psicodrama. Lumen: Buenos
Aires.
- Castejón, M. (2014). Acompañamiento
Terapéutico y psicosis. Buenos Aires: Editorial Letra Viva.
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