lunes, 8 de agosto de 2011

Antecedentes de la intervención socio-comunitaria en España

 (En "La intervención socio comunitaria en sujetos con TMG: modelos teóricos y consideraciones prácticas". Revista “Intervención Psicosocial”,  Vol. 18, n.° 1, 2009 - Págs. 75-88, Ed. Colegio de Psicólogos de Madrid).
La forma de abordar estas enfermedades ha sido un tema de debate permanente, el cual ha oscilado desde la propuesta de un tratamiento centrado en la hospitalización del enfermo, a otro en el cual se aborda su problemática desde una perspectiva psicosocial (Clark, 1982) y en el medio socio-comunitario (Rodríguez y Sobrino, 1997).
La psiquiatría moderna de mediados del siglo XX continuó la tradición asilar de la psiquiatría clásica (1850-1930), manteniendo el internamiento en hospitales psiquiátricos como estrategia principal en el tratamiento de pacientes con TMGC, alcanzándose unos niveles máximos de institucionalización en la mayoría de los países occidentales, entre finales de los años 50 y mediados de los 70. En Europa, en un contexto de postguerra, la demanda de tratamientos psiquiátricos era muy superior a la que podían abarcar los recursos institucionales clásicos de la época.
En EEUU. más de medio millón de personas estaban internadas en centros psiquiátricos en 1958, y en España, la cantidad de pacientes internados era de casi 52.000 pacientes en 1972. Sumado a esto la ausencia de tratamientos estandarizados, la heterogeneidad de las patologías que allí se trataban, la falta de un consenso en el diagnóstico y el descrédito en el contexto de la medicina, junto con una escasa dotación presupuestaria, hacían de éste un sistema obsoleto que requería de una reforma (Salvador- Carulla, Romero, Rodríguez- lázquez, Atienza y Velásquez, 1998). En este marco, a partir de 1930 se pusieron de manifiesto las primeras críticas institucionales al sistema asilar, las cuales comenzaron a configurarse en lo que posteriormente se llamó “movimiento antipsiquiátrico”. Éste sostenía que la hospitalización no beneficiaba la socialización y la participación en comunidad del enfermo mental (Goffman, 1961), cuestionaba el concepto básico de “enfermedad mental” y las categorizaciones nosológicas (Cooper, 1985), además de realizar un dura crítica a los ingresos involuntarios y al tratamiento farmacológico (Szasz, 1974), cuestionar la violencia del entorno psiquiátrico, la medicalización de la enfermedad mental (Laing, 1974) y las relaciones de poder que ella establecía (Basaglia, 1972; Foucault, 2005). Como consecuencia de esta situación, las políticas sanitarias se fueron modificando hacia una psiquiatría de puertas abiertas que  recalara en la comunidad y en la integración social (Clark, 1982).
De esta manera, a partir de los años 50 cobró gran impulso el estudio de la psicología social, las teorías cognitivo-conductuales y el psicoanálisis aplicado a los grupos. En Inglaterra se iniciaron los primeros dispositivos grupales implementados dentro del ámbito hospitalario (Bion, 1975). En 1947 apareció en Canadá el primer Hospital de Día y comenzó a configurarse el concepto tan difundido en la actualidad de Red Social (Lewin, 1952).
La concepción clásica de terapia “intra-muros” dio lugar, por su propia limitación, a una nueva conceptualización acerca de la locura y sus espacios dentro de lo grupal e institucional, abriendo las puertas al análisis de la familia del paciente (Bott, 1957), el ambiente en el que vive (Barnes, 1990), su tiempo libre y su relación con los trastornos mentales.
Paralelamente, en diferentes países, se fue desarrollando un dispositivo con características similares, en España el “monitor de tiempo libre” comenzó a trabajar con pacientes psiquiátricos; en Francia, el “animateur”, era el encargado del acompañamiento grupal ligado a actividades de recreo y ocio; en Canadá, en el Centro 388 de Québec, el llamado “interviniente clínico”, se incluyó especialmente Intervención Psicosocial como parte del dispositivo para el  tratamiento de pacientes psicóticos; en Inglaterra y Bélgica se crearon los “dispositivos de enlace” y en Argentina y Brasil, se incorporó un agente llamado en un primer momento “amigo calificado” (Kuras de Mahuer y Resnisky, 1985), y que más tarde tomaría su nombre definitivo, Acompañante Terapéutico. Por otra parte, el cierre de los hospitales psiquiátricos y la desinstitucionalización, cuando no existía una red asistencial apropiada, trajo una larga serie de problemas sociales y comunitarios. Algunos de estos fueron: a) el fracaso en la integración plena de la población esquizofrénica y con TMGC; b) el aumento de la carga familiar, con el consiguiente deterioro de las familias que debían acoger a estos miembros y no estaban preparadas para ello; c) la diversidad de programas de rehabilitación y la influencia de las filosofías subyacentes en los mismos, que aumentaban la confusión y no todos demostraban su eficacia, d) la falta de plazas públicas y el aumento de las lista de espera.
Actualmente, nos encontramos en tiempos de continuo cambio y puede observarse que el sistema está siendo paulatinamente puesto en jaque (Allert, et al., 2004). Las instituciones intentan cubrir con voluntarios o profesionales no especializados los espacios vacíos dejados en el tránsito del paciente por las numerosas instituciones que conforman la red sanitaria (Bertuccelli, 2000). La especificidad de la problemática requiere una intervención concreta para evitar que el paciente pierda continuidad en su tratamiento o lo abandone, o lo que suele suceder, que se convierta en un reincidente esporádico, recurriendo por épocas a las instituciones. Es decir, que se vuelva un “usuario de recursos crónicos”, multiplicando el gasto en servicios, limitando la disponibilidad de recursos y saturando el sistema.
Afortunadamente hoy en día, los avances en farmacología y en modelos psicosociales de tratamiento, están permitiendo que el objetivo de mejorar la inserción social y participación comunitaria sea un hecho real. El Tratamiento Asertivo Comunitario y el Acompañamiento Terapéutico, son dos modelos de intervención que vienen siendo empleados en distintos países desde hace más de treinta años. Por otra parte, la Consejería de Familia y Asuntos Sociales de la Comunidad de Madrid, inspirándose en estos modelos, ha creado los Equipos de Apoyo Social Comunitario, equipos de perfil social compuestos por un psicólogo, un trabajador social y dos educadores, y que actualmente suman más de 33 equipos. Estos equipos se han desarrollado al tiempo que en otras ciudades (Avilés, Vizcaya, Málaga  y Albacete entre otros) han ido implementando Equipos Asertivos Comunitarios, que incluyen además un profesional de psiquiatría y uno enfermería, con la finalidad de adaptar la red a contextos con mayor dispersión poblacional, y que también en estos años han demostrado mediante sus intervenciones, la eficacia de la intervención sociocomunitaria. No podemos dejar fuera, los programas multidisciplinares de tipo comunitario, que han surgido en los últimos años Andalucía y Barcelona, así como los recientes equipos de apoyo creados en Zaragoza y Navarra.

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