“Duelo y
Melancolia”, Sigmund Freud (1915) Ed, Biblioteca Nueva, Tomo II, p. 2091.
“Esclarecer
la esencia de la melancolía”, dice Freud
es un trabajo complicado, que no ha encontrado resolución desde la psiquiatría
descriptiva, ya que sus diversas formas de manifestación parecen irreductibles
a una unidad clínica.
Los caminos
del psicoanálisis lo lleva, mediante el análisis de un limitado número de casos
de génesis claramente psicógena, a estudiar los procesos subyacentes en la
melancolía a través de la comparación con el duelo, fenómeno afectivo
“normal”, cuya normalidad radica precisamente en la facilidad de establecer su
causa.
El Cuadro
En primer
término:
El Duelo
es definido como “la reacción a la pérdida de un ser amado o un abstracción
equivalente: la patria, la libertad, el ideal etc.”[1].
La Melancolía
“se caracteriza psíquicamente por un estado de ánimo profundamente doloroso,
una cesación del interés por el mundo exterior, la pérdida de la capacidad de
amar, la inhibición de todas las funciones y la disminución del amor propio.
Esta última se traduce en reproches y acusaciones, de que el paciente hace
objeto a sí mismo, y puede llegar incluso a la delirante espera de castigo”[2].
La Pérdida
El análisis
comparativo es central para Freud por que da cuenta en que sistemas se realiza
el trabajo psíquico en estos cuadros.
En el Duelo
los procesos que actúan son conscientes o pre-conscientes. En este cuadro es
posible distinguir qué es lo que el sujeto a perdido, la labor aquí consistiría
en que “el examen de la realidad ha mostrado que el objeto amado no existe
ya y demanda que la libido abandone todas sus ligaduras con el mismo”[3].
Lo “normal”
sería que el “respeto a la realidad triunfe (...) de un modo paulatino, con
gran gasto de tiempo y de energía de carga” [4]. La labor, es
decir la elaboración, consistiría en ir quitando el afecto de las representaciones
psíquicas a las cuales esta ligadas el objeto, estas constituyen “puntos de
enlace”[5] que
mantienen viva, es decir conservan una cierta eficacia psíquica, que
perpetúa “la existencia psíquica del objeto perdido”[6].
Al final del
trabajo del duelo el yo vuelve a quedar libre y exento de inhibiciones.
En la Melancolía,
en cambio, la labor no corresponde a la misma tópica que el duelo. Aquí
predomina un combate entre instancias inconscientes. La pérdida, lo que se
pierde queda fuera de alcance para el sujeto, dice Freud, el paciente “sabe
a quien a perdido, pero no lo que con él a perdido”[7]. Aquello
que atañe a la perdida es inconsciente.
Otro factor
característico de la melancolía es “una extraordinaria disminución del amor
propio, o sea un considerable empobrecimiento de su yo”[8]. A
diferencia del Duelo en el que “el mundo aparece desierto”[9] en la
melancolía lo que aparece desierto es el propio yo del paciente.
Al cuadro
consecuente de esta observación Freud lo llama “delirio de empequeñecimiento
(moral)”[10], y se
caracteriza por un empobrecimiento del yo expresado en autoreproches, la
espera de repulsa y castigo, un profundo negativismo en torno a su presente,
pasado y futuro, insomnio, rechazo a alimentarse, y un “sojuzgamiento muy
singular” desde el punto de vista de las pulsiones, que lo impulsa a
hacer público aquello que ve en sí mismo sin ningún tipo de pudor, “como si
en este rebajamiento hallara una satisfacción”[11].
Freud
recomienda ante esta situación habitual en la clínica de la melancolía no
contradecir nunca al paciente, ya que siempre puede hallarse un fondo de verdad
en sus palabras, y la publicidad que hace de sus miserias es la clave de su
enfermedad.
Efectivamente
Freud plantea “que los reproches con los que el enfermo se abruma
corresponden en realidad a otra persona, a un objeto erótico, y han sido
vueltos contra el propio yo”[12].
Es posible
encontrar entre estos reproches dedicados a la persona amada, pero atribuidos
al yo, algunos que sí sean realmente referentes al yo, en estos casos, dice
Freud, la misión de estos reproches “es encubrir los restantes y dificultar
el conocimiento de la verdadera situación”[13]. “Sus
lamentos son quejas”[14]. Toda
queja (Klaje) es una querella (Anklaje), como bien los señala DeBrasi, al
destacar la similitud entre las dos palabras alemanas.
El Proceso
Dice Freud: “al
principio existía una elección de objeto, o sea el enlace de la libido a una
persona determinada. Por la influencia de una ofensa real o un desengaño,
inferido por la persona amada surgió un conmoción de esta relación objetal,
cuyo resultado no fue normal o sea sustracción de la libido de este objeto y su
desplazamiento hacia otro objeto”[15].
Condiciones
Identificación
del yo (de tipo narcisista) con el objeto perdido: Freud dice “la sombra del
objeto cayó así sobre el yo”[16]
Entiendo aquí
que la sombra / ausencia del objeto, su signo nombra al yo, el yo se vuelve
idéntico al significante de esa ausencia, asume su identidad como objeto, este
signo funciona como significante de esa falta.
El proceso
sigue de esta forma: el yo, ahora como objeto, puede ser juzgado por una
instancia especial, el super yo, como si fuera el objeto abandonado
(psíquicamente lo es), de este modo la perdida del objeto se transforma en una
pérdida del yo, “el conflicto entre el yo y la persona amada, en una disociación
entre la actividad del yo y el yo modificado por la identificación”[17]. Ya no
es a la persona amada a quien se le reprocha sino la parte disociada del yo, es
justamente como observa Freud, la persona amada la que queda apresada por la
atención, los cuidados y las preocupaciones que exige el melancólico para sí,
lo que podría llamarse beneficio secundario del síntoma.
Identificación Narcisista y Ambivalencia
Freud
destaca la siguiente paradoja, en la melancolía si bien por un lado se observa
una “enérgica fijación al objeto erótico”[18] por el
otro hay “una escasa energía de resistencia de la carga de objeto”, es
decir la fijación al objeto no puede explicarse por su lazo libidinal sino que
debe tratarse de un enlace de otro tipo. Justamente Freúd, aludiendo a Otto Rank
asiente este proceso exige, que “la elección de objeto haya tenido efecto
sobre una base narcisista; de manera que en el momento en que surja alguna
contrariedad pueda la carga de objeto retroceder al narcisismo”, y continúa
“la identificación narcisista con el objeto se convierte entonces en un
sustitutivo de la carga erótica, a consecuencia de la cual no puede ser
abandonada la relación erótica, a pesar del conflicto con la persona amada”.
Conviene
aquí hacer una pequeña distinción entre identificación (Identifizierung)
y elección de objeto (Objektwahl), en la primera “el yo se transforma
parcialmente de acuerdo con el modelo del objeto perdido”, en la elección
del objeto “el objeto es conservado y como tal es sobreinvestido por parte
del yo y a sus expensas” (La identificación en Psicoanálisis, Grupo Cero,
M. Menassa – A. Diez Cuesta).
La elección
de objeto es sustituida por una identificación narcisista, “donde la carga
que existía hacia el bien amoroso se trueca por una ´regresión´ a las formas
más primitivas de conexión libidinal. El sujeto de manera ambivalente
desea conservar y destruir lo amado, quiere devorar, incorporar al otro
para constituir una unidad indisoluble” (“Subjetividad, Grupalidad,
Identificaciones. Apuntes metagrupales”, DeBrasi, p.134). La
identificación “es la fase preliminar de la elección de objeto, y la primera
forma, ambivalente en su expresión, utilizada por el yo para escoger su
objeto”. La identificación es la “expresión de una comunidad, que puede
significar amor”. Dice De Brasi el melancólico “es un verdadero y dolido
percepticida”, es decir alguien que mata la percepción desde el
deseo, porque “matar” es una característica de la mirada.
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