domingo, 27 de noviembre de 2016

Lectura de “Duelo y Melancolia”, Sigmund Freud (1915)


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“Duelo y Melancolia”, Sigmund Freud (1915) Ed, Biblioteca Nueva, Tomo II, p. 2091.

“Esclarecer la esencia de la melancolía”, dice Freud es un trabajo complicado, que no ha encontrado resolución desde la psiquiatría descriptiva, ya que sus diversas formas de manifestación parecen irreductibles a una unidad clínica.

Los caminos del psicoanálisis lo lleva, mediante el análisis de un limitado número de casos de génesis claramente psicógena, a estudiar los procesos subyacentes en la melancolía a través de la comparación con el duelo, fenómeno afectivo “normal”, cuya normalidad radica precisamente en la facilidad de establecer su causa.

El Cuadro

En primer término:
El Duelo es definido como “la reacción a la pérdida de un ser amado o un abstracción equivalente: la patria, la libertad, el ideal etc.”[1].

La Melancolía “se caracteriza psíquicamente por un estado de ánimo profundamente doloroso, una cesación del interés por el mundo exterior, la pérdida de la capacidad de amar, la inhibición de todas las funciones y la disminución del amor propio. Esta última se traduce en reproches y acusaciones, de que el paciente hace objeto a sí mismo, y puede llegar incluso a la delirante espera de castigo”[2]

La Pérdida
El análisis comparativo es central para Freud por que da cuenta en que sistemas se realiza el trabajo psíquico en estos cuadros.

En el Duelo los procesos que actúan son conscientes o pre-conscientes. En este cuadro es posible distinguir qué es lo que el sujeto a perdido, la labor aquí consistiría en que “el examen de la realidad ha mostrado que el objeto amado no existe ya y demanda que la libido abandone todas sus ligaduras con el mismo”[3].

Lo “normal” sería que el “respeto a la realidad triunfe (...) de un modo paulatino, con gran gasto de tiempo y de energía de carga” [4]. La labor, es decir la elaboración, consistiría en ir quitando el afecto de las representaciones psíquicas a las cuales esta ligadas el objeto, estas constituyen “puntos de enlace”[5] que mantienen viva, es decir conservan una cierta eficacia psíquica, que perpetúa “la existencia psíquica del objeto perdido”[6].
  
Al final del trabajo del duelo el yo vuelve a quedar libre y exento de inhibiciones.

En la Melancolía, en cambio, la labor no corresponde a la misma tópica que el duelo. Aquí predomina un combate entre instancias inconscientes. La pérdida, lo que se pierde queda fuera de alcance para el sujeto, dice Freud, el paciente “sabe a quien a perdido, pero no lo que con él a perdido”[7]. Aquello que atañe a la perdida es inconsciente.


Otro factor característico de la melancolía es “una extraordinaria disminución del amor propio, o sea un considerable empobrecimiento de su yo[8]. A diferencia del Duelo en el que “el mundo aparece desierto”[9] en la melancolía lo que aparece desierto es el propio yo del paciente.

Al cuadro consecuente de esta observación Freud lo llama “delirio de empequeñecimiento (moral)”[10], y se caracteriza por un empobrecimiento del yo expresado en autoreproches, la  espera de repulsa y castigo, un profundo negativismo en torno a su presente, pasado y futuro, insomnio, rechazo a alimentarse, y un “sojuzgamiento muy singular” desde el punto de vista de las pulsiones, que lo impulsa  a hacer público aquello que ve en sí mismo sin ningún tipo de pudor, “como si en este rebajamiento hallara una satisfacción”[11].
 
Freud recomienda ante esta situación habitual en la clínica de la melancolía no contradecir nunca al paciente, ya que siempre puede hallarse un fondo de verdad en sus palabras, y la publicidad que hace de sus miserias es la clave de su enfermedad.

Efectivamente Freud plantea “que los reproches con los que el enfermo se abruma corresponden en realidad a otra persona, a un objeto erótico, y han sido vueltos contra el propio yo[12].

Es posible encontrar entre estos reproches dedicados a la persona amada, pero atribuidos al yo, algunos que sí sean realmente referentes al yo, en estos casos, dice Freud, la misión de estos reproches “es encubrir los restantes y dificultar el conocimiento de la verdadera situación”[13]. “Sus lamentos son quejas”[14]. Toda queja (Klaje) es una querella (Anklaje), como bien los señala DeBrasi, al destacar la similitud entre las dos palabras alemanas.

El Proceso

Dice Freud: “al principio existía una elección de objeto, o sea el enlace de la libido a una persona determinada. Por la influencia de una ofensa real o un desengaño, inferido por la persona amada surgió un conmoción de esta relación objetal, cuyo resultado no fue normal o sea sustracción de la libido de este objeto y su desplazamiento hacia otro objeto”[15].

Condiciones

Identificación del yo (de tipo narcisista) con el objeto perdido: Freud dice “la sombra del objeto cayó así sobre el yo”[16]

Entiendo aquí que la sombra / ausencia del objeto, su signo nombra al yo, el yo se vuelve idéntico al significante de esa ausencia, asume su identidad como objeto, este signo funciona como significante de esa falta.

El proceso sigue de esta forma: el yo, ahora como objeto, puede ser juzgado por una instancia especial, el super yo, como si fuera el objeto abandonado (psíquicamente lo es), de este modo la perdida del objeto se transforma en una pérdida del yo, “el conflicto entre el yo y la persona amada, en una disociación entre la actividad del yo y el yo modificado por la identificación”[17]. Ya no es a la persona amada a quien se le reprocha sino la parte disociada del yo, es justamente como observa Freud, la persona amada la que queda apresada por la atención, los cuidados y las preocupaciones que exige el melancólico para sí, lo que podría llamarse beneficio secundario del síntoma.


Identificación Narcisista y Ambivalencia

Freud destaca la siguiente paradoja, en la melancolía si bien por un lado se observa una “enérgica fijación al objeto erótico”[18] por el otro hay “una escasa energía de resistencia de la carga de objeto”, es decir la fijación al objeto no puede explicarse por su lazo libidinal sino que debe tratarse de un enlace de otro tipo. Justamente Freúd, aludiendo a Otto Rank asiente este proceso exige, que “la elección de objeto haya tenido efecto sobre una base narcisista; de manera que en el momento en que surja alguna contrariedad pueda la carga de objeto retroceder al narcisismo”, y continúa “la identificación narcisista con el objeto se convierte entonces en un sustitutivo de la carga erótica, a consecuencia de la cual no puede ser abandonada la relación erótica, a pesar del conflicto con la persona amada”.

Conviene aquí hacer una pequeña distinción entre identificación (Identifizierung) y elección de objeto (Objektwahl), en la primera “el yo se transforma parcialmente de acuerdo con el modelo del objeto perdido”, en la elección del objeto “el objeto es conservado y como tal es sobreinvestido por parte del yo y a sus expensas” (La identificación en Psicoanálisis, Grupo Cero, M. Menassa – A. Diez Cuesta).


La elección de objeto es sustituida por una identificación narcisista, “donde la carga que existía hacia el bien amoroso se trueca por una ´regresión´ a las formas más primitivas de conexión libidinal. El sujeto de manera ambivalente desea conservar y destruir lo amado, quiere devorar, incorporar al otro para constituir una unidad indisoluble” (“Subjetividad, Grupalidad, Identificaciones. Apuntes metagrupales”, DeBrasi, p.134).  La identificación “es la fase preliminar de la elección de objeto, y la primera forma, ambivalente en su expresión, utilizada por el yo para escoger su objeto”. La identificación es la “expresión de una comunidad, que puede significar amor”. Dice De Brasi el melancólico “es un verdadero y dolido percepticida”, es decir alguien que mata la percepción desde el deseo, porque “matar” es una característica de la mirada.



[1] p. 2091.
[2] Ibídem.
[3] p. 2092.
[4] Ibídem.
[5] Ibídem.
[6] Ibídem.
[7] Ibídem.
[8] p. 2093.
[9] Ibídem.
[10] Ibídem.
[11] Ibídem.
[12] p. 2094.
[13] Ibídem.
[14] Ibídem.
[15] p. 2095.
[16] Ibídem.
[17] Ibídem.
[18] Ibídem

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