Fragmento del libro “Acompañamiento Terapéutico en España”, Editorial Grupo 5, Madrid, 2012 ISBN: 978-84-93872-2-0
La amistad es una ilusión
que se eleva sobre la realidad, diría Nietzsche (2011) una amistad de
estrellas, “creamos, pues, en nuestra amistad de estrellas, aun en el caso
de que fuésemos enemigos sobre la tierra”. Separar el par amigo-enemigo es una
decisión que divide lo que está junto aunque en extremos opuestos, el amigo en
las estrellas (seductoras, infinitas), el enemigo en la tierra. En el cielo las
estrellas, en la tierra las espinas…
“¡Amigos míos no hay
ningún amigo!” decía Aristóteles a los jóvenes griegos admitidos en su escuela,
donde el par amigo-enemigo constituye y determina sus condiciones de inclusión
y de exclusión –no hay amigo sin enemigo. Ante la Lógica del Semejante que
sólo acepta al amigo, propongo una Lógica del Extranjero[iv] que, basada en la diferencia,
incluye al amigo, al semejante, al prójimo y al enemigo, así como a las
diferentes formas que aparecen relacionadas o disociadas en el vínculo.
El acompañante
terapéutico es convocado a desempeñar un papel complejo, el personaje del extranjero, del
invasor, que trae una pregunta, una interrogación al sujeto, a su
familia, y a su entorno. Ésta es una de las funciones fundamentales del
acompañante terapéutico. El extraño cuestiona con su
presencia, con su mirada, y viene a ocupar un lugar para el cual no ha sido
invitado, en tanto que el anfitrión, no sabe que se volverá rehén de su propia
invitación, “es precisamente el dueño de la casa, el que invita, el anfitrión
que invita que se vuelve rehén”. (Derrida y Dufourmantelle, 2006).
Por lo tanto, en el caso
que el acompañado acepte invitarnos (a su casa, a su vida cotidiana), él mismo
se vuelve un rehén de su propia invitación, en tanto no puede controlar los
efectos que la presencia de un extraño pueda producir. En este sentido, nuestra
presencia en la casa siempre es invasiva, siempre constituye en alguna medida
un acto violento para el anfitrión. Según la forma en que se procese esta
violencia (ejemplificado en el caso de Martin más adelante) dependerá el hecho
de que nos acojan con mayor o menor desconfianza[v].
Más allá de la cuestión
del semejante y su relación con “la amistad”, nuestro
planteo consiste en centrar la práctica y la reflexión teórica en una Lógica
del Extranjero, para construir un marco referencial que permita crear
un escenario imaginario (el vínculo), que admita la
inclusión simbólica de un extraño (el acompañante
terapéutico). La vida cotidiana del acompañado será entonces el lugar a
donde el acompañante deberá ser invitado, pero sin la pretensión de
ser aceptado como igual, sino como extranjero, sin
ocultar la violencia implícita y, por lo tanto, la amenaza que
su presencia extraña representa, sin olvidar, al fin y al
cabo, su condición de extranjero.
Finalmente podemos decir
que la lógica del extranjero es al acompañante terapéutico lo que la Lógica de
la invitación es al acompañado, y en cierta forma estos lugares no son
excluyentes, dado que el acompañado también debe ser acogido por el equipo de
profesionales.
En síntesis:
- “La lógica del la
invitación”: sucede “cuando la ip-seidad del en-casa acoge al otro en su
propio horizonte, cuando plantea sus condiciones, pretendiendo saber a quién va
a recibir, esperar e invitar, y cómo, hasta que punto, a quién le
es posible invitar” (Derrida, 2003). Nos permite saber cuáles son las
condiciones que necesita el otro para moderar el efecto de amenaza de nuestra
propia presencia, vemos también, la importancia de satisfacer algunas de las
presunciones, es decir, aceptar parcialmente su delirio y el lugar en que nos
ubica.
- La lógica del extranjero: sucede cada vez que
iniciamos una relación terapéutica con otro siendo convocados por un tercero
(Centro de Salud Mental, el terapeuta, el juez, etc.), permitiendo integrar
mediante la antinomia amigo-enemigo, tanto lo fraterno, lo semejante, y
lo prójimo, como también la violencia que implica nuestra presencia, de lo
extraño, lo extranjero, lo diferente, en tanto resulta una amenaza y un
desafío. En este sentido, aunque no resulte políticamente correcto decirlo, no
existe bienvenida posible para el extranjero, su aceptación requiere un arduo
trabajo y una gran implicación para las partes.
“El enemigo político no
necesita ser moralmente malo, ni estéticamente feo; no hace falta que se erija
en competidor económico, e incuso puede tener ventajas hacer negocios con él.
Simplemente es el otro, el extraño, y para determinar su esencia basta con que
sea existencialmente distinto y extraño en un sentido particularmente
intensivo”. (Schmitt, 2005). El acompañante se presenta como
un extraño en la vida del sujeto, un enemigo político,
que debe demostrar que negociar con él tiene sus ventajas. Las armas de que
dispone son el afecto, el tacto, la búsqueda de un vínculo positivo y de
confianza que le permita finalmente poder construir junto con el acompañado
un escenario sobre el cual poder desarrollar su arte, su
táctica, su estrategia.
iv] La Lógica
del extranjero es genialmente explicada en el recomendable libro de
Jacques Derrida, “La Hospitalidad”.
[v] De
aquí se desprende también que es importante saber siempre quien nos invita y
cuáles son las condiciones.
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