martes, 24 de noviembre de 2015

El amigo, la amistad y el extranjero en la relación terapéutica PARTE III


Fragmento del libro “Acompañamiento Terapéutico en España”, Editorial Grupo 5, Madrid, 2012 ISBN: 978-84-93872-2-0


La amistad es una ilusión que se eleva sobre la realidad, diría Nietzsche (2011) una amistad de estrellas, “creamos, pues, en nuestra amistad de estrellas, aun en el caso de que fuésemos enemigos sobre la tierra”. Separar el par amigo-enemigo es una decisión que divide lo que está junto aunque en extremos opuestos, el amigo en las estrellas (seductoras, infinitas), el enemigo en la tierra. En el cielo las estrellas, en la tierra las espinas…
“¡Amigos míos no hay ningún amigo!” decía Aristóteles a los jóvenes griegos admitidos en su escuela, donde el par amigo-enemigo constituye y determina sus condiciones de inclusión y de exclusión –no hay amigo sin enemigo. Ante la Lógica del Semejante que sólo acepta al amigo, propongo una Lógica del Extranjero[iv] que, basada en la diferencia, incluye al amigo, al semejante, al prójimo y al enemigo, así como a las diferentes  formas que aparecen relacionadas o disociadas en el vínculo.

 El acompañante terapéutico es convocado a desempeñar un papel complejo, el personaje del extranjerodel invasor, que trae una pregunta, una interrogación al sujeto, a su familia, y a su entorno. Ésta es una de las funciones fundamentales del acompañante terapéutico. El extraño cuestiona con su presencia, con su mirada, y viene a ocupar un lugar para el cual no ha sido invitado, en tanto que el anfitrión, no sabe que se volverá rehén de su propia invitación, “es precisamente el dueño de la casa, el que invita, el anfitrión que invita que se vuelve rehén”(Derrida y Dufourmantelle, 2006).

Por lo tanto, en el caso que el acompañado acepte invitarnos (a su casa, a su vida cotidiana), él mismo se vuelve un rehén de su propia invitación, en tanto no puede controlar los efectos que la presencia de un extraño pueda producir. En este sentido, nuestra presencia en la casa siempre es invasiva, siempre constituye en alguna medida un acto violento para el anfitrión. Según la forma en que se procese esta violencia (ejemplificado en el caso de Martin más adelante) dependerá el hecho de que nos acojan con mayor o menor desconfianza[v].


Más allá de la cuestión del semejante y su relación con “la amistad”,  nuestro planteo consiste en centrar la práctica y la reflexión teórica en una Lógica del Extranjero, para construir un marco referencial que permita crear un escenario imaginario (el vínculo), que admita  la inclusión simbólica de un extraño (el acompañante terapéutico). La vida cotidiana del  acompañado será entonces el lugar a donde el acompañante deberá ser invitado, pero sin la pretensión de ser aceptado como igual, sino como extranjero, sin ocultar la violencia implícita y, por lo tanto, la amenaza que su presencia extraña representa, sin olvidar, al fin y al cabo, su condición de extranjero.

Finalmente podemos decir que la lógica del extranjero es al acompañante terapéutico lo que la Lógica de la invitación es al acompañado, y en cierta forma estos lugares no son excluyentes, dado que el acompañado también debe ser acogido por el equipo de profesionales.

En síntesis:
- “La lógica del la invitación”: sucede “cuando la ip-seidad del en-casa acoge al otro en su propio horizonte, cuando plantea sus condiciones, pretendiendo saber a quién va a recibir, esperar e invitar, y cómo, hasta que punto, a quién le es posible invitar” (Derrida, 2003). Nos permite saber cuáles son las condiciones que necesita el otro para moderar el efecto de amenaza de nuestra propia presencia, vemos también, la importancia de satisfacer algunas de las presunciones, es decir, aceptar parcialmente su delirio y el lugar en que nos ubica.

- La lógica del extranjero: sucede cada vez que iniciamos una relación terapéutica con otro siendo convocados por un tercero (Centro de Salud Mental, el terapeuta, el juez, etc.), permitiendo integrar mediante la antinomia amigo-enemigo, tanto  lo fraterno, lo semejante, y lo prójimo, como también la violencia que implica nuestra presencia, de lo extraño, lo extranjero, lo diferente, en tanto resulta una amenaza y un desafío. En este sentido, aunque no resulte políticamente correcto decirlo, no existe bienvenida posible para el extranjero, su aceptación requiere un arduo trabajo y una gran implicación para las partes.

“El enemigo político no necesita ser moralmente malo, ni estéticamente feo; no hace falta que se erija en competidor económico, e incuso puede tener ventajas hacer negocios con él. Simplemente es el otro, el extraño, y para determinar su esencia basta con que sea existencialmente distinto y extraño en un sentido particularmente intensivo”. (Schmitt, 2005). El acompañante se presenta como un extraño en la vida del sujeto, un enemigo político, que debe demostrar que negociar con él tiene sus ventajas. Las armas de que dispone son el afecto, el tacto, la búsqueda de un vínculo positivo y de confianza que le permita finalmente poder construir junto con el acompañado un escenario sobre el cual poder desarrollar su arte, su táctica, su estrategia.




iv] La Lógica del extranjero es genialmente explicada en el recomendable libro de Jacques Derrida, “La Hospitalidad”.

[v] De aquí se desprende también que es importante saber siempre quien nos invita y cuáles son las condiciones.

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