Parte 2
En la exposición dejo de lado aspectos fundamentales de este acontecer
institucional, como por ejemplo el trabajo con las familias, las relaciones
intraequipo asistencial, la función de la terapia de grupo en estos
dispositivos intermedios. Me centraré en algunas características de la relación
que pacientes y profesionales mantienen en las distintas situaciones grupales
en el dispositivo.
¿Cuál es el grado de
responsabilidad que tiene el paciente con la tarea de curación?
En relación con el paciente: es difícil representarse un paciente que
exprese la necesidad subjetiva de rehabilitación; más bien se produce lo
contrario, es decir, un paciente objeto de intervenciones. Ya en el encuentro
inicial con estos pacientes aparecerán tres aspectos de su conducta
característicos: Regresión, mecanismos de negación y omnipotencia.
En muchos casos no aparece un malestar (ego-distonía) respecto a las
discapacidades sociales, que motivaría al paciente a volver a ocuparse de la
higiene, del cuidado personal, del trabajo, de las relaciones amistosas y
afectivas, en suma de las actividades cotidianas.
Pichón plantea que los motivos de la resistencia al cambio siempre son los
miedos a la pérdida y el miedo al ataque y que estos son interactuantes.
Sabemos que aquellas personas que sufren trastornos graves, que han necesitado
tratamientos farmacológicos, ingresos, que han sido diagnosticadas
de enfermedades importantes, tienden a pensar que reconocer cualquier malestar,
dificultad, o problema les llevará a ser y a sentirse más etiquetadas, más
marginadas, más minusvaloradas; de ahí los miedos frente al reconocimiento de
las propias dificultades psicológicas, el temor de ser juzgadas locas si
reconocen algún tipo de dificultad, de la dificultad de poder considerar que se
puede tener una enfermedad sin que eso implique a toda la personalidad, que es
posible compartir el sufrimiento sin sentirse necesariamente loco,
experimentando el dispositivo como una ayuda y no solo como una amenaza (miedo
al ataque).
Los pacientes temen por otra parte perder su rol de enfermo mental crónico,
ésta es la roca con la que nos encontramos en los procesos de rehabilitación.
Este rol de enfermo funciona como un mecanismo de autoprotección frente a
exigencias reales y fantaseadas del mundo exterior.
Contribuye a esta situación que el rol también es asignado y mantenido en
el grupo familiar. Este miedo a perder el rol, es muchas veces hipotetizado ya
que rara vez es hablado, más bien es actuado.
En estas primeras fases se vuelve importante el apoyo vincular y sostener
la necesidad de cambio.
Entendemos la extrema regresión que presentan los pacientes como la
necesidad de un acogimiento global, que interpreta las conductas de
discapacidad como un mensaje ambivalente hacia las figuras de cuidado; que
significaría la necesidad de salir de dicho estado como la de permanecer en él.
El conjunto de discapacidades es considerado como una conducta adaptativa, lo
que implica un comportamiento terapéutico de respeto y cuidado hacia dicha
conducta evitando el furor sanandis.
La negación es aceptada como parte de un proceso de cambio, que
se inicia con la falta de reconocimiento del comportamiento problemático y con
la ausencia de la necesidad de cambiar.
Progresivamente vamos subrayando los aspectos negativos de su estilo de
vida y estableciendo objetivos graduales en el funcionamiento en las
áreas importantes para la vida cotidiana que los usuarios puedan
identificar como significativos para ellos.
Procuramos que salgan a la luz los recursos que el paciente posee o
conserva tratando de estimular el funcionamiento en distintas áreas pero
estando atentos a las vivencias subjetivas. Se trataría de recuperar los
motivos para volver a ocuparse de la higiene y el cuidado personal, de las
actividades cotidianas, del trabajo de la autonomía, de las amistades, etc.
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