jueves, 18 de julio de 2013

Si Pichon Rivière fuera Lacan ¿que diría?...



Extracto de la Revista Actualidad Psicológica (nº12 diciembre de 1975). El artículo, en forma de entrevista, fue escrito por Pichón Rivière en base a un cuestionario previo.

A.P.: Si usted fuera J. Lacan ¿qué autocrítica se haría?.

Dr. Pichon Riviere: Si Pichon Rivière fuera J. Lacan su autocrítica se realizaría siempre desde la perspectiva de Pichon Riviere, ya que nuestra amistad no se fundó en identidades, sino en coincidencias, en una modalidad de pensamiento que como dialogo incluye la discrepancia.

Nos acercó una común pasión por el psicoanálisis, por su desarrollo. Nuestro encuentro, verdadero “reencuentro” se dio en el congreso de psicoanalistas de habla francesa (1951) en el que ambos éramos relatores. Encuentro que coincide con un momento particularmente fecundo del psicoanálisis francés. No puedo dejar de mencionar a otro gran amigo: Daniel Lagache, a Hesnard, a Nacht, a Francoise Dolto.

El pensamiento psicoanalítico se abría a la influencia de las corrientes filosóficas dominantes: la fenomenología, el existencialismo, el marxismo.


Los aportes de Sartre, Merleau, Ponty, Lefevbre, Politzer, se incorporaban a nuestros marcos referenciales, en mi caso, marcando un hito definitivo en la construcción del ECRO.

Me unió a Lacan -entre otras cosas-una convicción militante en relación a las inmensas posibilidades creativas del pensamiento freudiano. Y hablo de militancia porque en ese momento la creatividad en el marco de las sociedades psicoanalíticas significaba enfrentamientos, combate, quizá ruptura. De todo esto supimos largamente Lacan y yo.

Nuestro encuentro fue un “coup de foudre”. Creo que Lacan me sintió “lacaniano, así como yo lo sentí pichoniano”. No somos ni lo uno ni lo otro, pero Freud, el surrealismo y la cultura francesa fueron las claves de una amistad inmediata, que permanece inalterable en el tiempo. Así me lo mostraron nuestros sucesivos encuentros, el último en Paris en 1969. No mantenemos correspondencia, pero amigos y discípulos, entre ellos Nasio y Massotta, constituyen un nexo, una vía de comunicación entre nosotros.

Ustedes me preguntan: si yo fuera Lacan, qué autocrítica me haría; como decía más arriba, la autocrítica jamás sería tal sino la que surge desde mi propia perspectiva. Sería entonces el cuestionamiento que desde un esquema conceptual, referencial y operativo se puede plantear a otro modelo teórico y operacional.  


No es esta la circunstancia para tal polémica, pero en principio apuntaría mi crítica al idealismo lacaniano, a ese esencialismo que se desliza en su planteo de la problemática del deseo. Planteo que encuentro impregnado de la concepción hegeliana del sujeto, como primariamente, como esencialmente, deseante de deseos. Concepción que incluye la dialéctica, y en ese sentido permite comprender ciertos aspectos del desarrollo del sujeto, de su historicidad, de su carácter relacional, pero que escamotea los fundamentos, las bases materiales de esa historicidad. En consecuencia la historicidad misma queda soslayada.

En tanto idealista, esencialista, lateraliza el, para mi fundante, interjuego necesidad–satisfacción. Interjuego intrincado con el desarrollo de las relaciones sociales, y que, en el aquí y ahora está determinado y reglado, en última instancia, desde las relaciones sociales.

Ese sujeto deseante, sujeto del deseo, es, antes que nada, sujeto de la necesidad y sólo por esto sujeto del deseo. Es a partir del concepto de necesidad que se esclarece el carácter social e históricamente determinado de la esencia del sujeto. Es este concepto el que permite comprender la dialéctica sujeto–mundo. Abordar a ese sujeto en sus condiciones concretas de existencia en su cotidianidad.

Como Escuela, nos ha interesado, particularmente en el último tiempo, trabajar la temática de la necesidad, el rol de la contradicción necesidad – satisfacción en la constitución y desarrollo del sujeto.


Ese trabajo, inserto en el contexto de la reflexión psicológica contemporánea, reedita imprescindiblemente la polémica materialismo–idealismo, en tanto la discusión remite al análisis de las concepciones del Hombre y la Historia desde las que se elaboran los distintos modelos conceptuales.

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