viernes, 19 de agosto de 2011

Apuntes III: Maldita Teoría de la Recuperación


"Quien se impone por la fuerza,
solo ha vencido a la mitad del enemigo"
Jhonn Milton, Poeta.

Hoy me he dejado llevar por mis apuntes en el intento de no limitar el diálogo que estos apuntes pretenden crear. En fin, hoy mis pensamientos estaban dirigidos a pensar un tema de acompañamiento terapéutico, seguramente relacionado con la recuperación, tema que se ha vuelto de repente omnipresente en los recursos que coordino, lamentablemente en su versión más ecléctica que es la que tiene que ver con la relación entre el profesional y el usuario, una relación que se ubica al “primer nivel de implicación” según Shepherd, uno de cuatro (los siguientes refieren a la participación de los usuarios en la gestión de los programas y centros), este nivel incluye: respetar las expectativas del usuario,  promover una identidad positiva (no enferma) centrada en los recursos potenciales y fundamentalmente el “restablecimiento de un sentido y un propósito nuevo en la vida, más allá de los efectos de la enfermedad mental. Y aquí viene la palabra mágica: Esperanza.
La recuperación en este primer nivel de implicación refiere a recuperar un concepto milenario, el de esperanza. Es más dice Andresen y compañía que el primer componente de la recuperación es: “Encontrar esperanza y mantenerla: creer en uno mismo, tener sentido de autocontrol y optimismo de cara al futuro”; me encanta.
Y luego pienso, ¿qué estarán haciendo ahora los pretendidos y autoproclamados objetivistas de la psicología?, la rehabilitación “psicosocial” se sostiene hoy por hoy en la evidencia, ateórica, positivista, pero incluso importantes representantes de modelos conductuales basados en la evidencia, se afanan por acercarse al Modelo de la Recuperación, que vendría a significar hoy “lo que está políticamente bien”.
Por supuesto, Shepherd el autor de “Hacer de la Recuperación una Realidad” se debate ¿cómo puedo hacer ser recuperador y basarme en la evidencia? Y responde, transcribo literal:
“En cuanto a que no están basados en la evidencia, se puede decir que a los diferentes tipos de evidencia se les puede dar usos diferentes. Así, aunque los relatos personales tienen validez inmediata, la evidencia de estudios clínicos existentes (por ejemplo, la eficacia de modelos de comunicación e información sobre la esquizofrenia, los diferentes enfoques para el autocontrol de los síntomas, la ayuda eficaz a las familias, las estrategias eficaces de colocación en empleo ordinario, etc.), se pueden usar para apoyar a las personas usuarias en su trayecto hacia la recuperación”.
Esto es interesante más cuanto que la línea predominante en España a nivel oficial en el campo de la intervención comunitaria es el tratamiento asertivo comunitario (TAC), de corte anglosajon, y no el acompañamiento terapéutico (AT) mucho mas adaptable a la cultura española mas asentada sobre la institución familiar que la angolsajona. ¿Y esto porque es así? La respuesta la he escuchado cientos de veces, desde el ámbito político, técnico y científico, en los diez años que llevo trabajando en la divulgación del acompañamiento terapéutico (podéis ver el artículo que hemos publicado en la revista Rehabilitación psicosocial, del Colegio de psicólogos, como ejemplo). La razón es: porque no está basado en la evidencia.
En conclusión, el acompañamiento terapéutico no ha tenido el alcance que merece “porque no está basado en la evidencia” como el TAC, el AT está basado "simplemente" en “la evidencia de estudios clínicos existentes”, al igual que el Modelo de Recuperación. Puede decirse que el acompañamiento terapéutico siempre estuvo inscripto en esta línea, sin necesidad de cambios para evidenciarlo.
Ahora viene el siguiente paso, recuperar el concepto de esperanza, de momento en muy pocos foros “científicos” se habla de esto pero ya hay algún debate interesante. El retorno a la subjetividad parece que será un viaje lento, un viaje que antes o después, no tardará en retomar otro concepto prácticamente abandonado en la bibliografía rehabilitadora, el de deseo.
Mi esperanza, mi deseo, y disculparme si soy repetitivo, es que el retorno de la esperanza nos lleve al retorno del deseo.
Los nuevos profesionales, formados desde un marco donde el modelo de recuperación es posible como gestión, tanto de un proceso de salud, como de la gestión económica y orgánica de los centros de rehabilitación, se verán antes o después confrontados con el problema del deseo.
¿Cómo hacer para que los servicios no trabajen a demanda y los tratamientos no se reduzcan a ser simplemente “hacer lo que el usuario/paciente quiere”?, he aquí la confusión que encuentro en muchos centros.
La alternativa es volver al deseo, entender la diferencia entre anhelo y deseo, lo que se quiere conscientemente y el deseo inconsciente. Comprender que lo que se quiere es en una mínima parte controlada por el yo, y es el resultado de una negociación entre muchas partes entre las que se encuentra la propia ideología, y la presión social. Basar la esperanza sólo en lo que se quiere, nos puede dar una esperanza limitada, la esperanza de los esclavos, podría decir Nietzche. El deseo, en cambio, es concepto compuesto (en tanto integra lo presente con lo ausente) en movimiento hacia aquello que desea, y social (compuesto por deseos de otros), en tanto "un deseo es siempre un deseo del deseo de otro". Por esta razón, nos puede ayudar a entender (y trabajar) entre otras cosas, porque una persona a veces no desea su salud, porque antes de cualquier esperanza requiere transformar las relaciones de sometimiento (como la de ciertas terapias, y la psiquiatría en general) y esto requiere tiempo (su tiempo, y no el de la institución, la familia, el centro o el terapéuta).
El concepto de deseo nos ayudará a acompañar el deseo del otro (absteniendo el deseo de uno, del profesional), a prestar nuestro deseo cuando sea necesario como apoyo (sin culpa ni remordimientos), y a limitar cuando la desorganización (alienación) de la persona, lo lleve hacia lugares peligrosos para su salud.
Freud en “Consejos al médico…” dice la relación con el paciente debe ser de confianza, no de intimidad, dado el riesgo que una relación trae al mantenimiento en su función del profesional. La función del profesional de recuperación no cambia, cambian las formas, aquellas que sostenían relaciones de sometimiento, control y castigo (o refuerzo).
Lamentable sería comenzar un camino tan bonito como el de la recuperación desdeñando las herramientas fundamentales para llevarlo a cabo.
“[La recuperación es] un proceso único, hondamente personal, de cambio de actitudes, valores, sentimientos, metas, habilidades y roles de una persona. Es una manera de vivir una vida satisfactoria, con esperanza y aportaciones, incluso con las limitaciones causadas por la enfermedad. “La recuperación implica desarrollar un nuevo sentido y propósito en la vida, a la vez que la persona crece más allá de los efectos catastróficos de la enfermedad mental…”. (Anthony 1993).

Saludos a todos

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