sábado, 15 de noviembre de 2008

Algunos comentarios sobre el artículo de Feud: “Del delirio y los sueños en la “Gradiva” de W. Jensen”, 1906

Alejandro Chévez Mandelstein (10/06/2005)

Introducción

El presente escrito viene a dar cuenta del trabajo que realiza Freud en su artículo “Del delirio y los sueños en la “Gradiva” de W. Jensen”, basado en los sueños de Norberto Hanold, protagonista de la obra.

Freud comienza haciendo un sintético pero completo resumen de la obra, donde relata casi en su totalidad los dos sueños con los que luego trabajará la similitud entre los procesos que actúan en el sueño y posterior resolución del delirio en manos de Gradiva-Zoe, y las tesis de la teoría psicoanalítica. Para sobre el final del artículo realizar una valoración sobre la validez del análisis de textos literarios para demostrar la cientificidad de la teoría psicoanalítica, empresa en la que se encuentra en el momento de escribir este artículo (1906).

Para ello, a mi entender, desarrolla los siguientes puntos:

o Freud se pregunta si los sueños poseen sentido y si puede dárseles el valor de procesos psíquicos o si son procesos fisiológicos.

o Trabaja la función de la represión en la constitución del sueño y del delirio

o Analiza el valor la producción poética como materia prima, para la interpretación analítica, en la nota al pie extiende este trabajo al análisis del propio autor.


El delirio, el sueño


Partimos de la base de que “el sueño es un deseo cumplido”[1], es decir que para el sujeto el sueño es como una realización de deseos, en el sentido que de lo que se trata es de una realización alucinatoria de un deseo sexual infantil reprimido.

Freud plantea que los mecanismos que participan en la producción del delirio son similares al del sueño al plantear que“el sueño es, por decirlo así, el delirio fisiológico del hombre normal”[2], ya que ambos son una transacción entre dos corrientes anímicas opuestas, transacción que se intuye a partir de sus efectos, es decir las deformaciones a la que son sometidas para poder acceder a la consciencia.

Vale aclarar que “todo lo que se halla reprimido es inconsciente, pero no de todo lo inconsciente podemos afirmar que se halla en estado de represión”[3], esta es diferencia necesaria para entender que de lo que se trata en este caso es de un más allá del la definición vulgar de inconsciente, como aquello “estático” de lo cual el sujeto no es consciente en un momento determinado, si no de una fuerza activa, dinámica, en lucha, es decir de un interjuego entre fuerzas psíquicas, unas que buscan expresarse a cualquier costo, y otras que vienen hacen de peaje, es decir, imponer un precio y obligar a un rodeo para la satisfacción.

Freud nos dice que un delirio es una formación transaccional y “allí donde llega a constituirse una transacción es que ha habido una lucha” [4], es decir el delirio es un efecto de ésta lucha, y el sueño es un campo de batalla idóneo para que sentimientos otrora reprimidos deambulen y adquieran forma (representación), aunque para ser posteriormente presas del olvido. En el caso de las narraciones literarias como ésta, el lector tiene un acceso privilegiado al contenido del sueño, a su contenido manifiesto.

En el caso de Norberto Hanold vemos que hay una sobredeterminación inconsciente en la elección del objeto del delirio, que se expresa encubierta en sus sueños, y que se basa en recuerdos olvidados (“en estado de <>”[5]) de su infancia, en los juegos infantiles que mantenía con sus vecinita cuando niño, que producen una activación de su sexualidad producto de la excitación concomitante, sexualidad que en él aparece sepultada en pos de un interés arqueológico y donde las mujeres no son más que pegajosas moscas meridionales.

Pero sucede que una intensa atracción irrumpe en él al observar la imagen de una doncella en un bajorrelieve, esta figura lo conmueve, específicamente lo atrae un rasgo, el particular modo de andar, andar particular que lo llevara a un viaje, delirio mediante, a Pompeya, desde las mujeres de mármol y bronce a través de un camino analítico gracias a la ayuda de Gradiva-Zoe, a las de carne hueso. Dice Freud“no existe, en realidad, analogía mejor para la represión que el sepultamiento, pues hace inaccesible algo anímico, pero al mismo tiempo lo conserva, lo mismo que a Pompeya las cenizas que la sepultaron y de entre la cuales resurgió entre las excavaciones”[6].


Trabajo sobre aspectos del primer sueño de Norberto Hanold, recogido por Freud



"Hallándose así, al borde del Foro, junto al Templo de Júpiter, vio de repente ante sí, a corta distancia, a Gradiva; hasta ese momento no se le había ocurrido idea alguna de que ella pudiese encontrarse en el lugar, pero en ese instante se le ocurrió, en forma súbita, y como cosa natural, que ella era pompeyana, que vivía en su ciudad natal –y sin que lo hubieses sospechado- simultáneamente con él".

Al ver a Gradiva caminando por Pompeya, allí recuerda su sueño, es en ese punto que se percata del motivo de su viaje, lo que da cuenta que el deliro actuaba como en el sueño para encubrir el contenido reprimido, como una defensa, compartiendo el mismo objeto que el olvido, sepultar las verdaderas motivaciones de su viaje.

“En todo delirio existe un grado de verdad, digno de completa fe”[7] que en este caso beneficia a ambas fuerzas en juego. Efectivamente, Gradiva-Zoe vive realmente en su tiempo, es más, “simultáneamente con él”, en la ventana contigua a la suya.

En el delirio“el elemento verdadero se halla a largo tiempo reprimido, y si logra llegar a la consciencia es después de haber sufrido una transformación”[8]. El cree que Gradiva vivió en Pompeya, y que es ella, Gradiva (no Zoe), la que le habla entre las ruinas de la ciudad semi-sepultada. La convicción recae sobre la creencia falsa que protege al sujeto de la irrupción de lo reprimido,“la convicción se desplaza desde lo verdadero inconsciente a lo erróneo consciente a ello ligado y queda fija en tal lugar a consecuencia de este desplazamiento”[9].



"Durante ese sueño se encontraba en la antigua Pompeya, exactamente el 24 de agosto del año 79, en que se produjo la tremenda erupción del Vesubio".


Este párrafo nos enseña que el tiempo del inconsciente, que domina en el sueño, no es la misma que la lógica de la vigilia (cronológico), sujeta a la crítica de la conciencia moral.



"Pero súbita cobró conciencia de que si ella no se salvaba de prisa sucumbiría también en la devastación general, y un violenta angustia arranco de sus labios una exclamación de advertencia".

Freud señala que efectivamente de lo que se trata, es de un sueño de angustia, donde el trabajo (“arte”) interpretativo se orientará a sustituir la angustia por la excitación sexual.

Podemos pensar entonces que este repentino interés por una mujer (en el sueño real), despierta una excitación sexual debido a su conexión oculta (inconsciente) con recuerdos infantiles reprimidos.




"Ella la oyó, pues volvió la cabeza hacia él (...) pero (...) sin prestar mayor atención prosiguió su derrotero de la manera anterior".

Pienso yo que podríamos ver aquí una transformación en lo contrario, producto de la transacción entre lo reprimido y lo represor: No es él el que la ignora, es ella. Sería una escena opuesta la que relata luego Zoe, para representar una escena habitual de los últimos años, la forma en que él la había ignorado, cuando era ella la que lo observaba, y donde su mirada era invisible para los ojos de él. La angustia ejerce aquí una “acción seleccionadora sobre el contenido del sueño”[10], angustia cuando la represión falta, ante la posibilidad del acceso al objeto amado.



"Mas al mismo tiempo que su cara se decoloraba y empalidecía, como si se transformase en blanco mármol; avanzó aún hasta llegar al pórtico del templo, pero allí, entre las columnas, se sentó en un grada, apoyando lentamente la cabeza sobre ésta".



Para Hanold las mujeres son como moscas pegajosas, en su sueño su amada es etérea, de blanco mármol, de esta manera la escena de seducción pierde su contenido sexual, otro aspecto es el hecho de que Zoe vivía en el portal junto al suyo, lugar donde realizaban sus juegos infantiles, donde andaban a los golpes y rodaban por el suelo, en palabras de Zoe.


"y allí estaba (...) tendida como para dormirse en la ancha grada".



Hanold no quería saber nada de su deseo, en este caso, “hallarse presente cuando la amada se acostase a dormir”[11].


"La lluvia de cenizas (...) pronto sepultó (...)la figura".

Fin del sueño, triunfo de la represión. Es el punto donde la arqueología, de lícita motivación se funde con su deseo sexual reprimido.



Conclusión



“… ¿Qué buscas, poeta, en el ocaso?


amargo caminar,


porque el camino pesa en el corazón...”.


Antonio Machado.



El equivoco quizás sea la cualidad principal de las palabras, aquello que le permite vislumbrar lo que en fin, es imposible de representar. Que no todo lo inconsciente sea reprimido, nos dice también de la existencia de un núcleo en el aparato psíquico inaccesible al análisis, un agujero irrepresentable, lo que en otra parte Freud llama el ombligo del sueño.

Freud con una intuición envidiable elogia la capacidad de Jensen para hacer uso de este recurso, dice:

La “singular preferencia por el doble sentido en la obra de Jensen (...) no es otra cosa que la correspondiente a la doble determinación de los síntomas, en tanto en cuanto las palabras los son también y nacen, como ellos, de transacciones entre lo consciente y lo inconsciente. La única diferencia se halla en que este doble origen se muestra más claramente en las palabras que en los actos, y cuando se consigue –cosa que la maneabilidad verbal hace posible con frecuencia- procurar en la misma reunión de palabras una buena expresión para cada uno de los dos pensamientos que se desea exteriorizar, queda creado lo que llamamos el equívoco”[12] .

“La represión recae sobre los sentimientos pero éstos no son perceptibles sino en su enlace con las representaciones”[13], éste enlace es posible a través del equivoco que permiten las palabras, razón por lo cual son el material de trabajo del psicoanalista, es gracias al equivoco que la verdad puede ser dicha, pero para el ser consciente aparece encriptada, en el contenido manifiesto del sueño, en los fallidos, en el síntoma, y la labor a realizar es como la que realiza el arqueólogo al descifrar jeroglíficos.

Me gustaría terminar con una reflexión que Freud realiza sobre el final de artículo: “Todo tratamiento psicoanalítico, es por lo tanto una tentativa de libertar el amor reprimido que había hallado en un síntoma un insuficiente exutorio transaccional” [14], recuperar la capacidad de amar y trabajar como escribe el autor en otro texto; pero lo que aquí me llama la atención es la palabra “exutorio” que en términos médicos no es nada menos que una úlcera que se deja abierta para que suture con un fin curativo, lo que me deja la impresión de que el camino de la cura es un camino largo y doloroso, donde las lucha de fuerzas que allí imperan por predominar llevan la mayoría de las veces al sujeto a aferrarse a su síntoma, al lugar desde donde vino, a la repetición de su malestar; y otras, las menos de las veces, a recuperar la capacidad de amar y trabajar. No olvidar, tampoco, que quien emprende el camino de la cura, emprende el camino de la vida, y quien cambia su camino cambia junto con él.



[1] Sigmund Freud, “Del delirio y los sueños en la “Gradiva” de W. Jensen”, Obras Completas, Tomo II, Biblioteca Nueva, 1996, p.1285.
[2] Idem., p. 1318.
[3] Idem., p. 1309
[4] Idem., p. 1312
[5] Idem., p. 1309
[6] Idem., p. 1304
[7] Idem., 1328.
[8] Ibídem.
[9] Ibídem.
[10] Idem., 1317.
[11] Idem., 1336.
[12] Idem., 1331.
[13] Idem., 1310.
[14] Idem., 1334.


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