
*Fragmento de un artículo enviado a la Revista Antípodas.
Hace poco (10/2015), gracias a la enorme
generosidad de Susana Kuras, llegó a mis manos por fin, una copia de la primera
edición del primer libro escrito sobre Acompañamiento Terapéutico:
“Acompañantes Terapéuticos y pacientes psicóticos” (Kuras y Resnizky, 1985),
libro que sin lugar a dudas constituye la matriz de nuestra práctica, ya que no
hay publicación posterior que no remita de alguna manera a este texto (haya sido
leído por el autor o no). Este pequeño libro
premonitorio, en sus apenas 111 páginas, establece el marco de todo lo que pudo
ser escrito hasta hoy en día sobre acompañamiento terapéutico, y es un desafío
obligatorio para todos los que trabajamos, estudiamos e investigamos en este
campo, intentar ir un poco más allá, decir algo nuevo.
Con respecto a la relación entre
la Teoría de Grupos y el origen del acompañamiento terapéutico, el propio
Eduardo Kalina, me contó que en aquellas épocas el estudio de lo grupal era una
referencia obligada. En su introducción al libro antes citado relata:
"Todo
confluía en la convicción del valor intrínseco del modelo relacional. "Hay
que poner el cuerpo", fue nuestro lema. Nosotros somos el
"instrumento terapéutico" por excelencia. Estábamos también yendo por
un camino que recogía los frutos de las técnicas psicodramáticas. Martínez,
Moccio y Pavlovsky con su integración de las teorías psicoanalíticas y
psicodramáticas nos habían enriquecido en lo que significa participar
activamente como terapeutas. ¿Nos alejábamos del psicoanálisis al abandonar la
abstinencia como regla básica o abríamos nuevas puertas?. Nosotros apostamos
por esta segunda posibilidad y ahora en 1991, recogemos los frutos de aquellos
años de maravillosa creatividad colectiva". Kuras y Resnizky, 1985
Y en el mismo libro no hay que
esperar mucho para hallar otras referencias acerca de lo grupal. En la página
21 ya nos encontramos con la siguiente perla: “el enfermo mental es la
encarnación de la enfermedad de un grupo”, para continuar remarcando que la
familia es una extensión del grupo social.
Pienso que así como las
atractivas luces brillantes del Psicoanálisis le amargaron la existencia a
Jacobo Levy Moreno (creador del psicodrama, el teatro espntáneo y la sociometría), algo así pasó en el Acompañamiento Terapéutico. Esto explicaría porque pareciera
que el sino de todo acompañante es convertirse en psicoanalista (como ha
sucedido con los grandes referentes de este campo) o al menos imitar los
clichés que rodean este rol, y muy pocos se jactan de ser buenos actores, de
poder asumir diferentes roles de forma creativa o de su espontaneidad
trabajada.
Yo les remitiría a la frase que
un despechado Jacobo Levy Moreno, le espeta a un ya mayor Freud, en una de sus célebres conferencias
introductorias al Psicoanálisis. Moreno le dice
“Yo comienzo donde usted termina, doctor Freud. Usted se reúne con
personas en el espacio artificial de su oficina; yo las busco en la calle y en el hogar, en sus circunstancias
naturales. Usted analiza sus sueños. Yo intento infundirles el valor de
volver a soñar. Les enseño a jugar a ser Dios” (Moreno,
1993). Enseñar a jugar a ser un creador, decirme si no es este el
verdadero sino del acompañante terapéutico.
En el último Congreso
Internacional de Acompañamiento Terapéutico (Córdoba, Argentina, 2015) ya
denunciábamos el olvido al que había sido sometida la Teoría de Grupos en la
construcción teórica del acompañamiento terapéutico, denuncia que estaba
alimentada por nuestra experiencia como formadores y supervisores de
acompañantes (y en la de nuestros colegas argentinos y brasileros). Nos
encontramos en los talleres, acompañantes con una enorme capacidad reflexiva y
critica, pero con una gran inhibición para exhibir su trabajo por medio de
dramatizaciones grupales (mal llamadas roleplayings), y vimos también la
liberación casi catártica que les produjo disponer de un espacio para
representar los casos de una forma alternativa, seria y metódica. Es por ello que concluimos que es importante
el regreso de la acción a la formación de acompañantes terapéuticos, para
devolverles a los profesionales la posibilidad de trasmitir su experiencia a
través de la acción y la representación.
En concordancia y coherencia con
esta afirmación, decidimos hace algunos años en nuestro equipo, comenzar a
implementar en la formación el trabajo experiencial, interpretando la formación
como un recorrido experiencial grupal que va desde la transformación personal a
la profesional, y para los acompañantes del equipo incorporamos la supervisión
activa, basada en técnicas de Psicodrama y Teatro Espontáneo. En la actualidad
trabajamos en una metodología que permita unir la supervisión tradicional,
basada en el análisis de casos, y la supervisión activa, basada en la representación de escenas, para que ocupen un mismo espacio, y seguimos trabajando en las
posibilidades metodológicas que nos brinda considerar la relación de
acompañamiento terapéutico como un sistema grupal, que incluye las escenas y
personajes internos del paciente y el acompañante, los externos, y las
injerencias institucionales y políticas del entorno. Un grupo que acompaña a otro grupo.
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