"Todo confluía en la convicción del valor intrínseco del
modelo relacional. "Hay que poner el cuerpo", fue nuestro lema.
Nosotros somos el "instrumento terapéutico" por excelencia. Estábamos
también yendo por un camino que recogía los frutos de las técnicas
psicodramáticas. Martínez, Moccio y Pavlovsky con su integración de las teorías
psicoanalíticas y psicodramáticas nos habían enriquecido en lo que significa
participar activamente como terapeutas. ¿Nos alejábamos del psicoanálisis al
abandonar la abstinencia como regla básica o abríamos nuevas puertas?. Nosotros
apostamos por esta segunda posibilidad y ahora en 1991, recogemos los frutos de
aquellos años de maravillosa creatividad colectiva". Eduardo Kalina, (1984).
"El acompañante terapéutico, al trabajar en un nivel
dramático-vivencial, no interpretativo, muestra al paciente, in situ, modos
diferentes de actuar y reaccionar frente a las vicisitudes de la vida
cotidiana.". S. Kuras y S. Resnisky,(1984).
“El verdadero símbolo del teatro terapéutico es el hogar
privado” J.L. Moreno,
(1993).
Introducción
Los dispositivos de atención socio
comunitaria prosperan hoy en día bajo el efecto del crack producido por la
implementación política y legal del cierre de los grandes hospitales
psiquiátricos a partir de los años ´50. A partir de los años 60 comienza a
tenerse noticia de diferentes experiencias en las que los profesionales
intervienen en las casas y domicilios de los pacientes, traspasando los límites
de la consulta y el hospital.
Surgen en este marco los primeros
equipos de Acompañamiento Terapéutico (a partir de ahora AT) sobre las bases
teóricas que se disponían en ese momento: psicoanálisis, sistémica, psicología
social, a la vez que se relegan otras como la teoría de grupos y el psicodrama.
A modo de introducción de nuestro planteamiento,
vale decir que la influencia de esta última, el psicodrama, en la constitución
del AT nunca ha sido reconocida suficientemente por los autores emblemáticos de
esta disciplina, a pesar de que las alusiones son claras desde los primeros
textos.
El primer libro de Acompañamiento Terapéutico que data de 1984, escrito
como todos saben por Susana Kuras y Silvia Resnisky, contiene varias referencias
que acercan a Jacov Levy Moreno, creador del psicodrama, a los fundamentos del
AT. Partiendo por la apuesta que hacen las autoras por una metodología centrada
en lo vincular, en el que se ejerce un trabajo "dramático-vivencial",
y donde una función fundamental es la de hacer de “yo auxiliar” del paciente, función
psicodramática por excelencia, en tanto que ayuda a sostener la escena del otro
y que enlaza con la definición de yo auxiliar del mismo Moreno, en el que al
igual que el acompañante, el yo auxiliar cumple una función como actor, como
terapeuta y como investigador social (Moreno, 1993).
Volveremos sobre estas cuestiones,
pero conviene decir que se calcula que actualmente hay más de 15000
acompañantes terapéuticos (a partir de ahora at) trabajando en Argentina, Brasil, Uruguay, México y España,
donde además, en alguno de estos países el acompañamiento ha alcanzado una cualificación
profesional universitaria (especialización de postgrado, diplomatura o
tecnicatura dependiendo del lugar), con lo cual volver a introducir en la
formación de acompañantes terapéutico una metodología de aprendizaje mediante
la acción para la acción, no es una propuesta que deba dejarse de lado.
En España el pistoletazo de salida lo
da la promulgación de la Ley 14/1986, del 25 de abril, que en su capítulo III
“De la salud mental”, artículo 20, punto 1, establece que “La atención a los
problemas de salud mental de la población se realizará en el ámbito comunitario, potenciando
los recursos asistenciales a nivel ambulatorio y los sistemas de
hospitalización parcial y atención a
domicilio, que reduzcan al máximo posible la necesidad de hospitalización”.
Esta "prescripción legal" da lugar a la creación de equipos
multidisciplinares públicos que van a intervenir en la comunidad con una mayor
o menor especialización, ocupando el campo que en otros países ocupa el Acompañamiento
Terapéutico. Así es que los más institucionalizados hoy por hoy, son los
Equipos de Tratamiento Asertivo Comunitario (se calcula que hay aproximadamente
unos 33 equipos funcionando en España según datos del 2012) y los Equipos de
Apoyo Social Comunitario (hay 38 sólo en la Comunidad de Madrid), estos últimos
son tributarios del acompañamiento terapéutico entre otros fundamentos teóricos
y metodológicos.
Desde 1980 tenemos información de
equipos de acompañamiento terapéutico funcionando “clandestinamente” en
Barcelona y Madrid, en España ha tenido diferentes niveles de legitimación y la
implantación de este dispositivo, ha prosperado fundamentalmente en la clínica
privada y ha ido aumentando su incorporación en tratamientos de manera paulatina.
Regreso
a la formación vivencial
Desde hace cuatro años estamos
trabajando en la revisión de las teorías
de Moreno sobre la base de que nos puede ayudar a dar luz sobre cuestiones muy específicas
de la práctica del AT. Hemos trabajado, analizado casos, supervisado y formado
acompañantes, en la confluencia teórica del Acompañamiento Terapéutico y el Teatro
Espontáneo, recuperando desde los fundamentos, conceptos de gran poder
explicativo que permiten poner en acto la teoría del acompañamiento
terapéutico. De esta forma nuestra práctica se nutre de conceptos como protagonista,
yo auxiliar, actor y personaje; espontaneidad trabajada, intervención escénica,
rol, y grupo diádico, y centramos la formación en el entrenamiento de la
espontaneidad, y la construcción y supervisión de escenas.
Consideramos la estructura básica del
acompañamiento como un grupo (el
equipo o sistema terapéutico) que
acompaña a otro grupo (el sistema familiar), cuya relación se despliega en
torno a escenas, entendidas como sistemas, en el que la función del acompañante
es sostener estas escenas y evitar que estas se enquisten, es decir, evitar
quedar atrapado en círculos viciosos patológicos que inhiban su espontaneidad y
capacidad de acción. Para intervenir en estos sistemas el at dispone de dos
recursos fundamentales: su experiencia o formación técnica y su espontaneidad o
disposición personal (de aquí la importancia de una formación vivencial centrada
en la acción para la acción).
El equipo de acompañantes además de la
coordinación y la supervisión de casos, supervisa las escenas en las que se ve
envuelto. Con la ayuda de su equipo los acompañantes representan las
situaciones conflictivas obteniendo información para sí mismo y para los
compañeros, a la vez que une al grupo, en tanto los miembros del mismo son
co-creadores de las escenas en las que participan.
De esta manera los acompañantes aprenden
a leer cada situación en términos de escena,
a la vez que entrena su espontaneidad y creatividad, mediante técnicas activas
(escultura, dibujo, roleplaying, multiplicación dramática, etc.), se ensayan
resoluciones reales o poéticas. El at, en tanto yo auxiliar brinda soporte a la
escena desde una espontaneidad trabajada (A.
Chévez, 2012), posibilitando el acto subjetivo y espontáneo del acompañado. La
espontaneidad debe ser el mecanismo que permita la transformación creativa de
un equipo (tanto de estilo como de composición de ser necesario) frente a un
paciente que en tanto cambia deja de ser el que era.
Parafraseando a Moreno podemos decir
que un equipo espontáneo es aquel que
puede actuar de forma adecuada ante un paciente nuevo (o que ha cambiado de
posición subjetiva) o que puede actuar de forma creativa ante un paciente
"conocido".
Moreno,
el acompañamiento terapéutico y el psicodrama
Son muchos los puntos de encuentro
entre la obra de moreno y el acompañamiento terapéutico, en primer lugar él se
plantea un teatro fuera de las salas tradicionales, que comienza en la calle,
trabajando con niños y prostitutas. Un teatro sin guiones predefinidos ni
pautas a priori, sino un teatro que se haga en acto, a partir de la
espontaneidad y la creatividad de los actores y el público, finalmente un
teatro que rompa el esquema tradicional actores/públicos, en donde la escena es
una co-creación entre ambos, en donde al igual que en el acompañamiento
terapéutico sea la situación in situ la que guíe la escena, en donde el público
sea protagonista y el actor un yo-auxiliar que acompaña la historia y ayuda que
la escena sigua fluyendo.
Ya por el año ´30 Jacob Levy Moreno
diferenciaba un tipo de intervención que denominaba “existencial” y que consistía en el trabajo in situ con el paciente, en los domicilios, en la calle, en la
comunidad y con la comunidad,
diferenciándolo de un trabajo de “laboratorio”
que se llevaría a cabo en la consulta. Este principio de la acción comunitaria
como propuesta metodológica, representa uno de las principales innovaciones de
su trabajo, y lo ubica como antecedente de los posteriores movimientos de desinstitucionalización
psiquiátrica y de intervención comunitaria. Su afán por romper lo instituido,
las conservas sociales lo llevan evidentemente des-teatralizar el teatro, y en el campo de la salud mental a des-psiquiatrizar
la psiquiatría.
Este enfoque revolucionario lo ha
puesto tan cerca como lejos del psicoanálisis, en tanto ambas teorías forman
parte, a mi entender, de una misma revolución (aquella que ubica al yo en la
periferia del lugar donde se cuecen habas) aunque por veredas diferentes.
En conclusión el Psicodrama comparte con el Acompañamiento Terapéutico el mismo
lenguaje, el de la acción, a la vez que le aporta un enfoque terapéutico
relacional, que utiliza como fuerzas transformadoras la espontaneidad y la
creatividad, y cuyo principal instrumento es la capacidad expresiva del cuerpo
y la palabra del acompañante, en tanto se desempeña como actor en una escena.
Solo la ceguera mentalista que ha
convertido al acompañante terapéutico en
un intelectual de segunda sería capaz de no apreciar este feliz encuentro.
El
uso de conceptos Morenianos en Acompañamiento Terapéutico
El concepto fundamental para
comprender el aporte moreniano es, sin duda el de espontaneidad, junto con ella
tenemos los componentes que constituyen una escena: protagonista, yo auxiliar,
el director y el escenario.
La
Espontaneidad, es el
motor primigenio de la producción creativa y un sinónimo de salud; “es una disposición del sujeto a responder
tal como es requerido […] una preparación del sujeto para la acción libre” (Moreno,
1993). Moreno entiende la creatividad
como un resultado del proceso subjetivante que se da en la interacción entre
dos, que se relacionan con espontaneidad.
¿Cómo podemos entender la relación
terapéutica in situ a partir del
principio moreniano de espontaneidad?, quizás la respuesta sea que todo acto
espontáneo enlaza con un otro, es decir, la espontaneidad es un acto social, en
la medida que vincula a dos sujetos de forma creativa en el aquí y ahora.
Cuando Moreno en "Teatro de la Espontaneidad" define espontaneidad,
hace referencia que permite actuar adecuadamente ante una situación nueva o de
forma creativa en una situación conocida, esto es precisamente lo que busca el
acompañante, adaptarse a una situación inesperada o poder transformar una
situación rutinaria de forma creativa.
La
escena:
Definimos escena como un sistema. La
escena se constituye en el momento concreto en el que se desenvuelve la
interacción entre acompañante y paciente, en un plano temporal está conformada por
una secuencia organizada en momentos que constituyen la historia del vínculo,
en la que participan en un mismo momento dos o más personas in situ (protagonista,
yo auxiliares, personajes, público), y otras tantas fuera del plano (director,
coordinador, instituciones), que forman parte del contexto que define la escena
sociohistóricamente.
Toda escena en tanto transcurre en un
tiempo y espacio sociales, contiene una aspecto temporal (secuencial,
diacrónico), topológico (simbólico, sincrónico), y nomológico (legal,
normativo), y también un nivel manifiesto y un nivel latente, pasibles de ser
dilucidados mediante el trabajo específico de la supervisión.
El
protagonista
El protagonista, ocupa el centro de la
escena y es por lo tanto el actor principal, quien relata y define la escena. Este
lugar lo ocupa fundamentalmente el acompañado en la escena. La tarea del at, es
ir "por detrás" del protagonista (como diría Pablo Población en
alusión a la no directividad), apoyando
la construcción de las escenas que se van creando y cerrando a lo largo del
tratamiento.
El relato del protagonista no solo
refiere a sí mismo, sino que pone de manifiesto a la vez su estructura vincular
interna y la estructura vincular del grupo del que forma parte en ese momento.
La función protagónica debe considerarse un emergente de la escena, es portavoz
de la situación que se está viviendo en ese momento, en tanto es sostenida por
el grupo.
El
Yo-auxiliar
Sería la función específica del
acompañante terapéutico en la escena terapéutica, Moreno también lo ha denominado
actor terapéutico. El yo auxiliar va
a ocupar roles secundarios que ayudan a sostener la escena, son por lo general
roles ausentes que el protagonista (el acompañado) de momento no es capaz de
abordar de forma manifiesta, por lo que el juego del yo-auxiliar es
preparatorio y tiene la función simbólica de representar en acto, roles
ausentes que aparecen en el mundo privado del paciente de forma explícita o
implícita. Se trata de representar solo los papeles que se le presentan de la
forma más ajustada posible al encuadre, pero sin darle un cierre de sentido a
través de la interpretación. Dice Moreno “el
yo auxiliar tiene tres funciones: a) la de actor, representando los papeles
requeridos por el mundo del sujeto; b) la de guía, un agente terapéutico, y c)
la de investigador social” (Moreno, 1993) y agrega “la función del yo auxiliar consiste en hacer conversar a cada miembro
de la triada”, al acompañante, al acompañado y a los roles que aparecen y
se representan en la relación entre ambos y que son pertenecientes al mundo
interno del acompañado.
El
director
En términos de AT, es el responsable
del tratamiento, que estaría representado por un profesional, el supervisor, el
coordinador o por un equipo terapéutico (en función de cómo este configurado el
equipo y el tratamiento). Es sobre quien recae la mayor parte de la tele
terapéutica. Y agrega Moreno “el director
psicodramático tiene tres funciones: a) es un productor, b) es el principal
terapeuta, y c) es un analista social”, y agrega “es una especie de yo super-auxiliar” (Moreno, 1993).
El
escenario
Representa el espacio donde transcurre
la interacción, éste puede ser conceptualizado desde su estructura formal o
desde su estructura simbólica como proyección del mundo interno del
protagonista (P. Población, 1997). Desde un punto de vista material puede ser
la casa del paciente, la calle, un bar, cualquier espacio público o privado, más
o menos formal, por donde transcurre el acompañamiento terapéutico; ahora bien
el escenario esta investido de expectativas, de situaciones potenciales que
surge de la propia estructura grupal del acompañamiento y se convierte, por lo
tanto, en un verdadero locus nascendi
de matrices relacionales.
Finalmente tenemos el espectador, para Moreno no hay
espectador en sí, “el espectador es la
comunidad” (Moreno, 1993) en donde se hallaría distribuida parte de la
eficacia terapéutica de todo tratamiento.
Axiomas
de la intervención del acompañante terapéutico psicodramático
Definida la escena terapéutica, con su equipo, encuadre y estrategia, empezamos
a trabajar y nos encontramos con los siguientes principios prácticos de
intervención:
·
El Acompañante Terapéutico es un yo auxiliar
que se desempeña en una escena terapéutica, y en donde su función es permitir
que la escena siga fluyendo ocupando diferentes roles de forma espontánea y
creativa.
·
El transcurso del acompañamiento terapéutico
puede ser comprendido como una sucesión de escenas ordenadas por las matrices
relacionales originadas entre el grupo acompañado, el grupo tratante y de la
interacción entre ambos.
·
El Acompañante Terapéutico no trabaja desde
su sentido común (conserva cultural), sino desde su espontaneidad trabajada. Esta espontaneidad es entrenada mediante
la formación técnica y la supervisión activa, concepto y disposición personal
son los elementos fundamentales a la hora de intervenir.
·
El territorio del acompañamiento terapéutico
es el vínculo y éste se despliega siempre en escenas (en tiempo presente) en el que se ponen en juego (se
actualizan en la relación) roles psicosomáticos, psicodramáticos y sociales.
Tanto el yo como el vínculo surgen de estos roles. Rol entendido como aquello
que no es propio ni ajeno al sujeto y que ponen en relación a un sujeto con
otro).
·
El trabajo del acompañante terapéutico se
basa en la acción in situ y no en la interpretación a posteriori, por lo que
cobra importancia la capacidad dramática-vivencial
de los acompañantes, es decir, la posibilidad de sostener una escena desde un
rol asignado por el paciente. La supervisión le permite al equipo a modo de
hipótesis, dilucidar la escena que se está dando con el fin para poder
habitarla, sostenerla y transformarla.
·
Desde un punto de vista técnico, el juego de
roles es una estrategia fundamental en la intervención. Desatascar roles
sedimentados, experimentar nuevas formas de relación a través de experiencias
constructivas, son la base del trabajo del día a día con los acompañados.
Lugares de encuentro
En síntesis, el planteamiento que
hacemos es, mediante una relectura de la obra de Moreno, redescubrir el
encuentro más que oportuno entre sus teorías del rol, la espontaneidad y el
momento (basado en la acción) y el acompañamiento terapéutico. Se plantea la
figura del yo auxiliar como la función específica que realiza el acompañante,
en tanto actor que dinamiza una escena terapéutica que se da en la calle y en
lo cotidiano. Una obra co producida en acto con el protagonista, el acompañado,
y los demás personajes que intervienen en el sistema.
Planteamos el encuentro entre dos
grupos, uno representante del sistema terapéutico y el otro, del sistema
“paciente” (paciente, familia, amigos, etc…), planteamos el acompañamiento como
un grupo que acompaña a otro grupo, en donde ambos sistemas se transforman por
el contacto mutuo.
La función del sistema terapéutico es
aportar espontaneidad y romper las pautas rígidas patológicas del sistema
“paciente” (utilizamos el término paciente a falta de uno que denote mejor el
rol activo que tiene en este escenario).
También planteamos la necesidad de una
formación que recupere el aprendizaje a través de la acción., el psicodrama y
el teatro espontáneo son nuevamente idóneos para este trabajo.
Por ejemplo, la supervisión activa de
escenas, mediante técnicas psicodramáticas, incluyen la representación de
escenas cotidianas y aportan información
acerca de las dinámicas que produce el propio equipo en el paciente y que
explican muchas de las situaciones que se generan durante el acompañamiento. Además,
la narración resultante de las dramatizaciones trabajadas por el equipo suelen
ser más productivas que cuando el caso es solamente narrado. Es por ello que
recomendamos que toda supervisión activa incluya un caldeamiento, la dramatización
de las escenas surgidas en el equipo, el eco (o expresión emocional) y el
procesamiento (análisis racional).
En equipos que trabajan en residencias
o comunidades terapéuticas, puede pensarse un paso más: Talleres de Teatro Espontáneo
en el que pacientes y equipo puedan interactuar desde este lugar alternativo
con el fin de romper roles sedimentarios y rígidos. El efecto de estos talleres
no solo produce una transformación en el estilo de intervención de los equipos
sino un cambio en el vínculo entre profesionales y usuarios, fundamentalmente
en lo que se refiere a las relaciones de poder que instala la institución y el
“sentido común”. La aplicación del Teatro Espontáneo como intervención puede tener
una función preventiva ante el furor técnico, el recetismo, la automatización y
la rigidez de las intervenciones, todas ellas calificadas por Moreno, como
resistencias del actor.
En conclusión, pensamos que es
fundamental que además de la formación teórica y conceptual, fundamental para
modelar las mentes, en los planes de formación nos atrevamos a introducir en
igual medida (y no de forma marginal o supletoria) técnicas activas que permita
a los acompañantes modelar los actos, y confiar en su espontaneidad trabajada actuando de forma adecuada y creativa tanto
en la calle, como en los domicilios, así como en los cada vez más heterogéneos
contextos donde discurre nuestra práctica a medida que crece y avanza.
Bibliografía
de referencia
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en España. Grupo 5 :Madrid.
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Pre-textos: Valencia
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Moreno J.L. (1993). Psicodrama. Lumen: Buenos
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Aires: Ed. Dunken.
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Kuras S. y Resnizky S. (2004). Acompañantes
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Ø
Kuras S.y Resnizky, S. (2011). El
Acompañamiento terapéutico como Dispositivo. Buenos Aires: Letra Viva.
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