Ponencia presentada en el XXXII Congreso Argentino de Psiquiatría
(APSA) Consumos problemáticos. Compromiso de la Psiquiatría y la Salud
Mental con la Comunidad. En el marco del IV
Foro Argentino de Acompañamiento Terapéutico, en Mar del Plata, Argentina
el 29/04/2017
En
primer lugar quiero agradecer a Gustavo Rossi, la posibilidad de participar en
este XXXII Congreso Argentino de Psiquiatría que organiza APSA y en especial
en este Foro de Acompañamiento Terapéutico que lleva el nombre de Supervisión: Eficacia en la
Práctica del AT.
Uno
de los aspectos que diferencian al Acompañamiento Terapéutico (a partir de
ahora AT) de otras disciplinas, es el hecho de incluir la función de la Supervisión
como figura regular en toda praxis, inscribiendo a esta práctica en el ámbito de
la clínica más allá de sus relaciones con el campo de lo social.
Quizás
este factor estructural del método sea suficiente para fundamentar porqué nos
supervisamos los acompañantes terapéuticos (a partir de ahora at) y haga
innecesario entrar en una enumeración cansina de todos los otros beneficios que
produce que son muchos (aumento de la reflexividad, cuidado del at,
diferenciación subjetiva con el acompañado, capacidad de aprendizaje del
equipo, etc.).
De
esta manera puedo ir al punto de mi ponencia que consiste en explicar y
fundamentar porque se necesita una supervisión específica en AT, no sin antes
plantear una pequeña disgresión. Es habitual decir, leer o escribir que la
herramienta fundamental del acompañante es la palabra. Me gustaría ampliar esta
redundancia y decir que el instrumento principal del at es “un cuerpo en
relación que habla”, un cuerpo que actúa en escenas, y si me permitís la
síntesis, lo que caracteriza el AT es la acción, palabra en acción si lo
preferís, pero acción sin más me basta.

Valorada
la función de la técnica y la guía subjetiva que aporta el concepto
interiorizado, vemos que una amplio campo del que hacer cotidiano del at no es
abordada en los currículums formativos o, lo es solo de forma indirecta, es el campo que refiere a la acción y al entrenamiento de la espontaneidad.
Vemos,
que los momentos del at no son hechos discursivos cuando se producen, sino
actos, acciones pre-reflexivas guiadas la mayor parte de las veces por una
espontaneidad trabajada. Jacobo Levy Moreno define espontaneidad como aquello que enlaza al
otro con un alto grado de libertad, de manera que mis respuestas puedan ser
creativas ante situaciones conocidas y adecuadas ante situaciones nuevas.
La
espontaneidad, es lo que nos permite desprofesionalizar nuestra presencia de
manera que podamos parecer, frente al paciente, ademas de un profesional... una persona, y así conformar un nuevo grupo, dos que
caminan juntos, como diría Aristóteles.
Acompañar
consiste entonces en re-presentar, interpretar la escena donde el protagonista
es el otro y, actuar de manera que esta fluya y se desarrolle. Dramatizar
contenidos que no son propios pero que nos requieren como yo-auxiliares para
poder estar ahí donde se acompaña.
Dado que la espontaneidad puede entrenarse, como proponia Moreno, yo pregunto: ¿por qué no
implementar una metodología de formación y supervisión que nos ayude a entrenar nuestra
espontaneidad para poder representar diferentes personajes de forma más eficaz?, y así
poder habitar todo tipo de escenas sin que nuestra subjetividad se apropie del
guion o del protagonismo en un acompañamiento.
Esta
es la razón por la que vengo a proponeros una metodología de supervisión diferente,
basada en el "aprendizaje mediante la acción para la acción". Donde la
interpretación no se realiza en forma de puntualización o consejo sino en forma
de técnica psicodrámatica, dado que nadie se cura en cabeza ajena. Como diría
Dalmiro Bustos una forma de trabajar con el otro que es opuesta al consejo y la interpretación, que va “de adentro hacia afuera”.
Dicho
esto cabría diferenciar dos tipos de Supervisión, aquella que esta centrada en
el Análisis del Caso, basado en un proceso dialógico y longitudinal (en tanto
sigue un recorrido histórico de la relación con el paciente), de la supervisión
centrada en Escenas, basado en un proceso psicodramático centrado en la acción
y la representación, donde se obtiene un analisis transversal (la escena con todos
sus subsistemas y macro sistemas).
Supervisión
de casos
|
Supervisión
de escenas
|
Se trabajan casos
|
Se
trabaja escenas o situaciones
|
No se realiza caldeamiento
|
Si se realiza caldeamiento
|
Análisis longitudinal
|
Análisis
transversal
|
El supervisión interpreta mediante indicaciones o
sugerencias
|
El supervisor interpreta
mediante técnicas psicodramáticas
|
De afuera hacia adentro (del supervisor al supervisado)
|
De
adentro hacia afuera (evita la resistencia al supervisor)
|
Un
factor diferencial entre uno y otro modelo es el rol que ocupa supervisor.
Mientras en la supervisión de casos éste interviene mediante indicaciones o
puntualizaciones, en la Supervisión de Escenas se interviene mediante técnicas
activas. El supervisor no “devuelve” aquello que cree haber percibido en el
relato del profesional, sino que acompaña el proceso proponiendo diferentes
técnicas psicodrámaticas que deben ser entendidas como “diferentes modos de ver
o comunicar”. Es así que el supervisor recurre al doblaje, espejo, soliloquio, inversión de
roles, esculturas, y otras técnicas para que el contenido pueda ser dicho de
diferentes maneras intentando producir aquello que Bateson llamaba “aumento de
información” en el sistema y Moreno “plus de realidad”.
Llegados
a este punto conviene terminar de delatar nuestras referencias teóricas para encuadrar el
tema. Por las referencias al Psicodrama ya sabréis que uno de los pilares es la
obra de Jacobo Levy Moreno, que nos aporta como él dice, un “aprendizaje para la
acción mediante la acción”, también contamos con la obra de Pichón Rivière y sus técnicas de grupo
operativo, algunos elementos de la sistémica, en especial de la fuente, que es
Gregory Bateson. Son fundamentales los
aportes de nuestros maestros Pablo Población y Elisa Barberá, psicodramatistas
sistémicos, y Dalmiro Bustos y su concepción de la relación terapéutica. Y la investigación aplicada que junto con
Andrea Montuori realizamos en la Asociación Pasos.
Por
Supervisión Activa entendemos un proceso grupal orientado al entrenamiento de la espontaneidad frente a situaciones interaccionales reales o imaginadas, mediante el uso de técnicas psicodramáticas. El proceso consta de tres fases consecutivas:
caldeamiento, representación y eco/procesamiento. Consiste en crear un modelo
representantivo, explicativo e interpretativo, al que llamamos sistema-escena,
mediante técnicas de dramatización. El sistema-escena nos muestra la estructura
vincular que se produce durante el Acompañamiento Terapéutico en un momento
determinado. Mediante la supervisión activa recorremos en grupo el camino que
va del relato a la escena, cuyo modelo final es la dramatización de las escenas
internas del profesional.
Por
lo tanto, ¿qué es lo que se dramatiza en supervisión?: las escenas internas del
acompañante terapéutico. Dice Población, “la escena representada es el modelo
de la escena interna del protagonista” que se ha puesto en juego en la escena
real, decimos que hay una correspondencia estructural entre la escena real y la
escena manifiesta (representada), y entre esta y la escena interna del
profesional.
Pichón
Rivière, se refería a la escena interna como “mundo interno”, “llevamos la
sociedad dentro” decía. Este mundo interno está poblado, no con meros objetos,
sino con las relaciones que establece (y ha establecido) el sujeto con estos
objetos, que pueden conformarse en pequeñas o grandes gestalts, a las que
denominamos “personajes”, que a su vez entran en relación y se ponen en juego con o sin la
connivencia del Yo del sujeto.
En
un modelo relacional como el nuestro, el Yo es un elemento que forma parte de
una estructura que se completa con los otros. Estos vínculos que pueblan el
mundo interno del sujeto aunan amigos y enemigos (relaciones de aceptación y de rechazo), pudiendo ser coherentes y
contradictorias a la vez, según el nivel de exploración en el que estemos.
Volviendo
a la cuestión de la dramatización, Moreno plantea que lo que se representa en
una escena son roles considerados como
una estructura rol-contrarol, es decir no hay rol manifiesto sin su contrarol
implícito. Pueden aparecer ambos en la escena manifiesta o estar solo sugeridos
por elementos o personajes especialmente significantes.
Por
ejemplo, en una escena en el que el at está actuando activamente en defensa del
acompañado que observa pasivamente, la estilo en que se desenvuelve el at
remite a un modelo acción-pasividad que forman parte del mundo interno del
profesional, y que remite a escenas internas más profundas e íntimas.
Cabe
decir que, en una escena de supervisión, todos los objetos y personajes pueden
hablar, pueden decir algo del lugar que ocupan en la escena, mediante la
técnica del soliloquio y la inversión de roles por ejemplo. La función del
supervisor es dar lugar a este plus de información que aparece condensada en la
escena manifiesta.
Finalmente
hay que entender que dado que es un planteamiento grupal, en la supervisión
intervienen múltiples sistemas que debemos tener en cuenta:
- El protagonista (quien cuenta la escena) y su propia escena interna.
- Cada uno de los presentes con sus respectivas escenas internas (terapeuta, observador, otros presentes)
- La escena manifiesta del protagonista
- Esta escena más el supervisor
- El grupo como totalidad
- Otros ecosistemas (cultura, institución, barrio…)
Siempre
la representación que se elige, es un emergente que da voz a la relación
particular que tienen todos estos sistemas en un momento determinado.
Respecto
al proceso, he dicho que se divide en tres etapas: caldeamiento, dramatización
y eco o procesamiento, tres momentos que también se pueden aplicar al trabajo
cotidiano del at.
Si bien, la dramatización o actuación y el eco/procesamiento, pueden corresponderse
fácilmente con la tiempo durante el que transcurre el acompañamiento y el posterior
procesamiento que se materializa en Seguimiento o Historia Clínica, donde se incluye aspectos
técnicos de lo sucedido (Procesamiento) y los aspectos subjetivos o “como se
vivió el at” (Eco), quiero dar un lugar especial a un momento no del todo
trabajado en la clínica cotidiana aunque muy necesario: el caldeamiento.
El
caldeamiento es la preparación del at para la actividad que va a realizar, es
un proceso transicional en donde se pasa del “afuera” del acompañamiento al “adentro”, y
esto requiere una preparación fisiológica y mental, al igual que lo hace
cualquier actor cuando va a enfrentarse al público y entrar en escena. Quitarse
lo que no tiene que ver con el at, hacerse un escaneo para valorar aspectos de
la vida de uno, situaciones personales (reciente separación, pelea laboral, etc.) que
pueden intervenir en el acompañamiento, es fundamental para proteger el AT. El
caldeamiento nos invita a tener en cuenta que, no solo el at debe caldearse,
sino que todo encuentro con el otro requiere de un trabajo de
armonización que hay que favorecer, para evitar entrar al mundo del otro
como “elefante en una cacharrería”.
En
la supervisión activa dedicamos un tiempo importante al caldeamiento general
grupal y específico del profesional que aporta la escena, ya que de éste
depende la calidad de la producción del grupo. Y esto es una relación de
causa-efecto. Si hay un buen caldeamiento habrá una producción creativa y
viceversa. Creo que esto también puede aplicarse al trabajo del día a día.
Continuando
con el tema, una vez caldeado el grupo surge espontáneamente un narrador,
alguien que quiere contar su caso. Se pasa entonces a un caldeamiento
específico del narrador en donde se le ayuda construir el relato de la escena.

Durante
la dramatización en se utilizan diferentes técnicas que permiten al profesional
visualizar diferentes dimensiones de su intervención, para no extender mucho
este trabajo os remito a los libros de Pablo Población, Dalmiro Bustos y por
supuesto de Moreno. Solo destacare algunas de ellas, las más utilizadas por
nuestro grupo:
El soliloquio: permite
al actor dar cuenta de lo que está sintiendo y pensando en ese momento.
Inversión de roles: el
supervisado puede ocupar diferentes roles en la escena, intercambiando de
posición con otros yo auxiliares, también puede ocupar el lugar de objetos
significativos.
Escultura: consiste
en una representación plástica de la estructura vincular en un momento
determinado. Se pide al supervisado que tal como haría un escultor, moldee su
cuerpo de manera que represente la situación o emoción que estamos trabajando,
también en ocasiones suele recurrirse a un yo auxiliar para facilitar el
trabajo y evitar resistencias.
Tiempo fuera: permite
al supervisando salirse de la escena y verla como un observador, suele
recurrirse a un yo auxiliar que ocupe su lugar en la dramatización.
Multiplicación dramática: consiste
en repetir la escena con las variaciones que vayan surgiendo del grupo, lo
habitual es que el grupo participe probando cada alternativa.
El doblaje: es una
técnica en la que el supervisor o un yo auxiliar ayuda a poner en palabras
aquello que el sujeto doblado no puede hacer por inhibición.
El espejo: se trata
de que un yo auxiliar realice las mismas acciones que el protagonista, identificándose
lo más posible con él.
Estas
técnicas y otras. se combinan con juegos grupales, técnicas proxémicas
(alejamiento, cercanía, etc.) y topológicas (representaciones espaciales y de
lugar), se realizan desde el cuerpo, se trata que los participantes no piensen
como lo harán sino que hagan lo que les salga de la manera mas espontánea
posible, de esta manera se facilita la manifestación de las escenas internas
que es sobre lo que queremos intervenir, dado que una transformación en la
estructura relacional interna produce una cambio en su producción manifiesta.
Os remito a los autores que os nombré antes, fundamentalmente a Pablo Población
“Teoría y técnica del juego en psicoterapia”, para más información sobre
técnicas y recursos psicodramáticos.
Es
importante antes de empezar explicar la metodología, su finalidad y objetivos,
y definir con claridad las funciones (supervisor, observador, supervisando,
yoes auxiliares, publico), la persona que finalmente cuenta su caso pasa a ser
supervisando, a partir de allí es él quien elige a los yoes auxiliares y el
camino a seguir, el supervisor se limita a acompañar el proceso aportando a
través de diferentes técnicas diferentes vías expresivas que faciliten la
representación de la escena que trae el supervisando.
En
conclusión, creemos que la supervisión de activa aporta nueva información sobre
el caso pero no sustituye a la supervisión de casos tradicional, hemos visto
que un trabajo con técnicas activas sirve para aportar información y crear un
clima de apertura grupal que hace que el análisis de los casos al modo
tradicional sea mucho más rico.
También
hemos visto también que esta técnica evita las resistencias que suscita el
supervisor en el modelo tradicional, permite un entrenamiento de la
espontaneidad de los participantes, promueve hacer “equipo”, mejorando la
confianza entre los miembros y por lo tanto la comunicación se vuelve más
fluida y operativa.
Por
otro lado en el campo de las dificultades nos encontramos sorprendentemente,
con la desvalorización, la inhibición y los prejuicios a la hora de representar
su trabajo en forma de escenas y en contraposición la sobrevaloración que tiene
la reflexividad y el intelecto, resulta bastante difícil para los incipientes
actores espontáneo expresarse a través de acciones teniendo la necesidad
constante de explicar lo que están haciendo, incluso sucede que al principio
acompañan la actuación con la explicación de lo que están haciendo como si
fuera una voz en off.
Pensamos
que esto se debe a un sesgo de la formación, pareciera que los acompañantes se
encuentran más cómodos y seguros en la figura del psicoanalista intelectual,
que en la del actor espontáneo, poniendo de manifiesto el auto estigma que
sufre la profesión frente a otras socialmente más reconocidas. Este hecho nos
parece muy grave ya que constituye una autonegación de lo esencial en el acompañamiento,
poner el cuerpo en acción junto al acompañado, como diría Aristóteles, “dos que caminan juntos”.
Yo
me pregunto que os imagináis cuando pensáis en un acompañante terapéutico: ¿en
un señor de barba sentado en un sofá con las piernas cruzadas escuchando a
alguien invisible acostado en un diván? O ¿en dos personas hablando mientras
caminan o toman un café?, un ejercicio que os invito a realizar. Creo que en
este momento de institucionalización del Acompañamiento Terapéutico es
fundamental reflexionar acerca de si queremos profesionales que se reconozcan,
luzcan y dignifiquen en lo esencial de su práctica o profesionales que se
amparen en modelos identificatorios que la contradicen. La respuesta como
muchas de este tipo es política, pienso que es hora de que el Acompañamiento Terapéutico
sea hablado, pensado y actuado desde el Acompañamiento Terapéutico, y que
superada la adolescencia de esta disciplina, cree su propio discurso centrado
en el vínculo, el encuadre, la calle y lo cotidiano, la acción, el poner el
cuerpo (y el retirarlo), y todos aquellos elementos que lo definen.
Muchas
gracias
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