“Es mejor ser un ser humano insatisfecho que un cerdo satisfecho; mejor
ser un Sócrates insatisfecho que un necio satisfecho. Y si el necio o el cerdo
opinan de un modo distinto es a causa de que ellos sólo conocen una cara de la
cuestión. El otro miembro de la comparación conoce ambas caras.”
(John Stuart Mill, El utilitarismo)
(John Stuart Mill, El utilitarismo)
A veces me pasa que cuando
preparo un curso o un escrito (o ambos), cuando logro sentarme y acomodarme con
todos los libros que necesito, un terrible agobio me invade, ¿por dónde
empezar?, cojo un libro, paso al otro, me pongo a leer, luego a escribir, luego
las dos cosas a la vez, hasta que al final enciendo la televisión y desconecto.
Alcanzo cierta paz pero al final del día me digo –otro día perdido.
¿A quién no le ha pasado algo parecido?.
Cuando nos encontramos con un usuario psicótico, y nos adentramos en su mundo,
y encontramos carencias afectivas, económicas, sociales, limitaciones para el
trato con otros, para la comunicación… ¿no sienten un hormigueo por el cuerpo?,
¿por dónde empiezo?, ¿qué hago?...
A esta sensación se la denomina ansiedad, la ansiedad es un conjunto
complejo de pensamientos, emociones y reacciones fisiológicas cuya función habitual,
es mantenernos alertas, pero superado cierto nivel se vuelve displacentera y
duele.
¿Cómo reaccionamos ante esta
situación?, casi todos utilizamos el mismo paquete de respuestas. En el caso anterior con el usuario:
Comportamientos de Evitación: por
ejemplo, minimizamos los problemas, una de las estrategias más comunes es
infantilizar al usuario, otra es la negación, negar que nos pasa algo con esa
situación, “esto a mi no me pasa” estaremos pensando ahora mismo, por último
tenemos la proyección, nos enojamos con el usuario (cosa que si lo pensamos
bien es absolutamente inadecuado), reaccionamos de mala manera o le gritamos,
ya que en todo caso “la culpa es de él”.
Comportamientos de huída: implica
tener siempre un vía de escape, con lo cual, evitamos viajar en ascensor con el
usuario o cualquier espacio cerrado.
Comportamientos de Seguridad: un
mecanismo típico es la “apropiación del usuario”, ahora el usuario nos
pertenece, es propiedad privada. Si lo unimos a lo anterior nos queda una frase
así “mis chicos”, referido a un grupo de usuarios de 50 años o de abuelos, por
que no.
Objetos contrafóbicos: es otro
elemento utilizado con el fin de disminuir la tensión que supuestamente no
tenemos (o que hasta ahora no hemos aceptado), en estos casos recurrimos a un
compañero para visitar ciertos usuarios o llevamos el móvil encendido, algún
dulce o unas pastillas que nos permita mantenernos en el lugar.
En fin, estas cosas nos pasan de
una u otra manera, antes o después, nadie se salva de su propia humanidad,
negarla implica tratarse a sí mismo como un objeto, alienarse, en estos casos,
nos escondemos en nuestro rol y hacemos un pequeño pero robusto fortín, y nos
salen frases del tipo “no puedo se tu amigo porque soy tu psicólogo”.
Si uno o una se deshumaniza, al
mismo tiempo, consecuentemente, deshumaniza al usuario, ya que lo que duele es
nuestra humanidad, y con ella nos conectamos o desconectamos con los otros.
Acompañar, siempre es acompañar
la subjetividad del otro desde la propia subjetividad, como lo demuestra la
evidencia científica, es más importante
la calidad de la relación terapéutica que la técnica que utilicemos. Hoy
sabemos que la calidad de la relación usuario-terapeuta mejora la eficacia de
los medicamentos, la eficacia de los tratamientos y mejora la percepción del usuario
acerca de su calidad de vida, es decir, un buen vínculo es el factor
determinante para el buen resultado de un tratamiento (John Read, 2004).
Sin una buena relación con el usuario, o dicho de forma
apropiada, un vínculo positivo y de
confianza, tampoco se consigue la implicación emocional del usuario, que es
el otro ingrediente fundamental para el funcionamiento de la ecuación
terapéutica.
¿Qué quiero decir?, que hay que implicarse
emocionalmente, no solo en el tratamiento, sino en todo lo que hacemos, y esto
es así, porque simplemente hacerlo de otra forma es imposible.
Ahora bien, no se trata de someter el lábil mundo
de la persona sufriente que acompañamos
a nuestros problemas cotidianos, a nuestros conflictos irresueltos, o a la
pelea que tuve con mi pareja justamente ayer a la noche. Todo lo contrario.
El trabajo con usuarios nos obliga a
desarrollar cierta inteligencia emocional,
como se dice ahora. Aristóteles lo decía de esta manera: “expresar ira es algo
fácil, pero expresar ira en el momento adecuado, en el lugar adecuado, y con la
persona adecuada, no lo es tanto…”
Y de esto se trata, todas las herramientas que
nos sirvan para “educar” nuestras emociones nos son útiles. Por esta razón, en
un contexto diferente como es Argentina, es impensable que un trabajador en
salud mental no se analice, y mucho menos que no supervise su trabajo.
Aquí, vosotros sabréis mejor que yo, que
herramientas utilizáis para que vuestras angustias, miedos, e ilusiones, no
sometan al usuario a nuestros “días malos”, frustraciones, o ambiciones
profesionales, qué herramientas pueden ayudarnos a no reaccionar ante el
discurso de la urgencia, a quedar abrumados por una agenda compleja, o
aislarnos en nuestras propias creencias, llegando incluso a distanciarnos o
pelearnos con nuestros compañeros de equipo.
El acompañamiento terapéutico es, por ejemplo, una disciplina que se centra en el trabajo sobre el vínculo con el usuario, ese es su eje y su objeto de estudio, incluso algunos autores plantean que para poder “acompañar”, es necesario dejar de lado nuestro deseo de curar, (el furor curandis como suele decirse). No es este el lugar, ni el momento, para desarrollar esta idea, pero básicamente de lo que se trata es de (parafraseando a Don Aristóteles) poner la angustia en el lugar adecuado, en el momento adecuado y con la persona adecuada, ¿fácil, no?..
Por ello, es que es necesario crear espacios donde poder compartir nuestra experiencia como los talleres, donde poder revisar los casos (encuentros técnicos, sesiones de rehabilitación, sesiones clínicas, etc.) y expresar nuestras dudas (supervisiones, espacios de reflexión, dinámicas, etc.), porque acompañar a un paciente nos exigirá la flexibilidad emocional suficiente como para poder acompañar y ser depositarios de todos sus miedos, todas sus voces, sus estados de ánimo, sus delirios, sus silencios, porque solo siendo acompañados es que podremos acompañar, y no solo estaremos cuidando a nuestros usuarios, sino que también nos estaremos cuidando a nosotros mismos, porqué no, a nuestros seres queridos.
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